Mientras el mundo reacciona ante la creciente epidemia del coronavirus y ciudades enteras son puestas en cuarentena, se ponen a prueba las respuestas de los gobiernos nacionales. Cómo afrontar una crisis de salud pública de tales dimensiones. En el Perú, se movilizan recursos y se convoca a mesas multiactor: es imperioso prevenir cualquier caso en el país, y fundamental el prever una respuesta efectiva, coordinada y oportuna ante cualquier sospecha de transmisión. El coronavirus es una crisis mundial.
También lo es la violencia contra la mujer. Las violencias contra las mujeres. Respecto de esta crisis de salud pública, definida por la Ley 30364 como “cualquier acción o conducta que les causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico por su condición de tales, tanto en el ámbito publico como en el privado,” sabemos muchas cosas: Que está generalizada en todo el país. Que afecta a todas las mujeres, independientemente de su nacionalidad, edad, sexo, orientación sexual, identidad y expresión de género, idioma, religión, identidad cultural, y opiniones políticas o de cualquier otra naturaleza. Sabemos que tampoco hace distinción respecto de su origen social, posición socioeconómica, nivel de educación, condición migratoria, discapacidad, o condición de salud mental o física, incluyendo infectocontagiosa, psíquica incapacitante o cualquier otra. También sabemos que es perpetrada y/o reproducida por todos y todas, y que ninguna mujer esta exenta de ésta, en todas las etapas de su vida.
Tenemos también información circunstancial sobre esta pandemia. Sabemos que la respuesta social, desde el imaginario colectivo reforzado además en la literatura, medios de prensa nacional y redes sociales, y narrativa en el cotidiano (nuestro día a día) indica que la violencia contra las mujeres, aquella cometida en su agravio, es culpa de las mujeres (de las propias víctimas o de las mujeres a su alrededor). Y que las convenciones sociales sobre lo que “debe ser una mujer” en nuestra sociedad alimenta fundamentalmente estas violencias: tiene que ser una señorita. Debe vestirse “decentemente.” No mostrar mucha piel ni “ponerse en escaparate.” Debe verse “femenina,” porque a los hombres no les gustan las mujeres masculinas. Debe mantenerse joven, debe mantenerse flaca, debe colorear sus canas, debe usar maquillaje, pero no mucho. Debe tener hijos, ¿cómo no va a tener hijos? ¿De qué otra manera se va a realizar? Debe ser esposa de, luego de ser hija de, y posteriormente mamá de. Debe protegerse y proteger a otras, recordar que si le pasa algo será su culpa: cómo vestía, dónde estaba, por qué estaba ahí, por qué no estaba ahí, por qué había tomado, por qué no había gritado, por qué no había gritado más fuerte, por qué no lo había denunciado antes, por qué no había corrido. ¿Por qué vivía su propia vida sin considerar que alguien más la podía violentar? ¿Por qué se había dejado violentar? ¿Por qué se dejo violar? ¿Por qué se dejó matar?
Sabemos también que nuestro nivel de tolerancia nacional frente a las violencias cometidas contra las mujeres es extremadamente alto. Esto es, hemos normalizado sus síntomas de tal manera que no parece afectarnos, conmovernos o conminarnos a su eliminación hasta la aparición de un nuevo caso reportado, y aún entonces, el caso se presenta, se analiza, se diagnostica como violencia contra una mujer y luego se cierra…esperando al siguiente. Finalmente, los varones tienen necesidades y no se pueden controlar, te cela porque te quiere, tienes suerte o te ha tocado uno bueno si no te pega, ellas se lo buscaron por andar de provocadoras, la culpa es de la “mala madre.” Ella tenía que saber, ella tenía que protegerse, ella tenía que cuidarse.
El Perú es el país donde poco más del 60% de las mujeres unidas reporta haber sufrido violencia por parte de sus parejas. Donde mueren en promedio 12 mujeres mensualmente a manos de sus parejas o alguien en su grupo familiar, y donde son casi el 80% de las víctimas de trata de personas. También es el país donde poco mas del 20% de las adolescentes (mujeres menores de 18 años) en las áreas rurales son embarazadas. El Perú es un país donde se espera que las mujeres aprendan, desde pequeñas, a protegerse de una violación, en vez de enseñar a sus niños a no violar. Un país donde ante una violación, seguimos juzgando y culpabilizando a las mujeres. Un país donde estar todavía vivas, es una suerte.
Mi esperanza está puesta en aquellas de nosotras y nosotros que buscamos atacar los síntomas cuando los vemos venir. En los aliados que no se quedan callados ante las violencias cometidas por sus pares, y en las mujeres que denuncian a pesar de la violencia revolvente y revictimizante que el denunciar violencia genera. En aquellas que se arriesgan a hacerlo aunque el violentador sea alguien que conocían, su pareja, o su propio hijo.
El marcador sigue corriendo. Víctimas de Coronavirus en el Perú = 0 / Feminicidios en lo que va de 2020 = 30 y contando…
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