Vivimos en tiempos de grandes volatilidades, incertidumbres, complejidades, ambigüedades y disrupciones. Alrededor nuestro, masivos cambios están discurriendo demasiado acelerada e intensamente, y es muy limitada nuestra capacidad de respuesta ante desafíos de tal magnitud. Esto es particularmente evidente en la esfera de las relaciones internacionales, y más específicamente en la de la gobernanza global. Como humanidad enfrentamos ahora impresionantes posibilidades; pero también gravísimos riesgos, ante los cuales venimos mostrándonos incapaces de forjar mecanismos de gobernanza que nos permitan darles cara. Estamos ya en vísperas de conmemorar el octogésimo aniversario de las Naciones Unidas (ONU) -admirable logro de la posguerra- pero nuestros gobernantes y representantes diplomáticos no han sido capaces de acordar reformas institucionales suficientes que le permitan a esta asamblea de la humanidad adecuarse a los emergentes desafíos. Peor aún, como lo evidencian los actuales conflictos armados y desastres naturales en diversas latitudes del planeta, los antagonismos y la parálisis están ganando terreno y erosionan nuestra ya frágil sostenibilidad.
Como humanidad, requerimos responder a las volatilidades, incertidumbres, complejidades, ambigüedades y disrupciones con visiones consensuadas y con el alineamiento de todos los actores internacionales en torno a ellas. Con ese espíritu es que los Estados miembros de la ONU encargaron al secretario general António Guterres que presentara una visión para el futuro de la cooperación global. Su respuesta a este llamado fue “Nuestra Agenda Común”, un informe histórico con recomendaciones sobre la cooperación global renovada para abordar una serie de riesgos y amenazas; y una propuesta para celebrar una cumbre con visión de futuro en 2024, que se está realizando esta semana en la sede de la ONU.
La Cumbre del Futuro de la ONU es una reunión fundamental de líderes mundiales, responsables de políticas, expertos y partes interesadas para debatir y abordar los desafíos globales más urgentes y las oportunidades para el futuro. La Cumbre sirve como plataforma para la colaboración, el diálogo y la acción sobre cuestiones clave como el desarrollo sostenible, el cambio climático, la paz y la seguridad, los derechos humanos y más. Este evento ofrece una oportunidad única para que los líderes mundiales se reúnan y debatan sobre los desafíos globales complejos que trascienden las fronteras y requieren acciones colectivas. Problemas como el cambio climático, la pobreza, la desigualdad y los conflictos no pueden ser abordados eficazmente por un solo país. La Cumbre permite gestar soluciones innovadoras y compromisos para abordar estos desafíos a nivel global sobre la base de las experiencias adquiridas en distintas latitudes. Como resultado esperado de este vital encuentro, se intenta consensuar una agenda global para abordar los principales desafíos contemporáneos de la humanidad cuya naturaleza transfronteriza demanda acciones colectivas a escala planetaria.
La Cumbre del Futuro de la ONU posibilita el debate sobre cómo lograr un equilibrio entre el crecimiento económico, la inclusión social y la protección del medio ambiente, guiados por el marco conceptual y normativo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados en 2015; y sobre temas de justicia social, como lo son la igualdad de género, el acceso a servicios básicos, la protección de las poblaciones vulnerables, y el freno a los abusos de derechos humanos.
La Cumbre del Futuro de la ONU es ocasión para ratificar el compromiso de todos con los propósitos del multilateralismo y la cooperación mundial para abordar los desafíos compartidos, y para forjar nuevos emprendimientos entre variados actores internacionales que refuercen su eficacia. Estos propósitos se hacen tangibles a través de el Pacto Para el Futuro, El Pacto Digital Global y la Declaración sobre las Futuras Generaciones, que acaban de ser aprobados por los votos a favor de 143 Estados, 7 en contra y 15 abstenciones. Tan mayoritario apoyo de la comunidad internacional representa además una contestación categórica al extemporáneo e inapropiado intento de Rusia de reabrir el debate sobre los textos de tales instrumentos previamente acordados.
El Pacto Para el Futuro contiene 56 compromisos de acción en materia de desarrollo sostenible y financiamiento del desarrollo; paz y seguridad internacionales; ciencia, tecnología, e innovación y cooperación digital; juventud y futuras generaciones; y, transformación de la gobernanza global. Sobre esto último, merecen destacarse los compromisos de acción para reformar el Consejo de Seguridad de la ONU a efectos de dotarlo de mayor representatividad, inclusividad, transparencia, eficiencia, efectividad, y lograr que sea más democrático y esté más sujeto a escrutinio público (accountable, en inglés); y la arquitectura financiera global, para que responda más eficazmente a los retos contemporáneos del desarrollo y la sostenibilidad, dando mayor participación y representación dentro de sus instancias de decisión a los países en vías de desarrollo.
El Pacto Digital Global señala cinco objetivos: (1) Cerrar todas las brechas digitales y acelerar el progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible; (2) ampliar la inclusión y los beneficios de la economía digital para todos; (3) fomentar un espacio digital inclusivo, abierto, seguro y protegido que respete, proteja y promueva los derechos humanos; (4) promover enfoques de gobernanza de datos responsables, equitativos e interoperables; y, (5) mejorar la gobernanza internacional de la inteligencia artificial en beneficio de la humanidad. Precisando esos objetivos, el Pacto Digital Global enuncia 13 principios y numerosos compromisos de acción. Dado que la mayoría de innovaciones en materia digital son logradas gracias a la acción del sector privado y de otros actores no-estatales, el Pacto Digital Global requiere de la adhesión voluntaria de ellos.
A su turno, la Declaración sobre las Futuras Generaciones se basa en el reconocimiento que éstas, aún sin existencia, se verán afectadas por las decisiones, acciones e inacciones de las generaciones presentes, que tienen un efecto multiplicador intergeneracional, por lo cual tenemos la obligación jurídica y moral de actuar con responsabilidad para salvaguardar las necesidades e intereses de aquéllas. En ello radica el deber fundamental de justicia intergeneracional. Para ello, este nuevo instrumento identifica diez principios rectores, trece compromisos y nueve acciones. Dentro de estas últimas se incluyen el “emprender estrategias amplias y específicas para lograr un crecimiento económico inclusivo y el desarrollo sostenible, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, y para combatir la feminización de la pobreza […]” y “dar prioridad a las medidas urgentes para hacer frente a los problemas ambientales críticos y aplicar medidas para reducir el riesgo de desastres y aumentar la resiliencia, revertir la degradación de los ecosistemas y garantizar un medio ambiente limpio, saludable y sostenible; y reafirmar la importancia de acelerar las medidas para hacer frente al cambio climático y sus efectos adversos […]”.
En conclusión, la Cumbre del Futuro de la ONU reúne a líderes mundiales, expertos y partes interesadas para abordar los desafíos y oportunidades globales más urgentes; y cataliza oportunidades de colaboración, diálogo y acción sobre problemas críticos para la sostenibilidad planetaria, el desarrollo equitativo, la paz mundial y la gobernanza global. Los resultados de la Cumbre del Futuro de la ONU debieran contribuir a forjar un mundo más sostenible, equitativo, pacífico y mejor gobernado, en beneficio de las generaciones actuales y futuras.
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