Hace 25 años, Francis Fukuyama publicó su emblemático libro Confianza: las virtudes sociales y la creación de la prosperidad (Trust: the social virtues and the creation of prosperity). En él describe la confianza como el factor que permite un mayor desarrollo económico en naciones como Japón y Alemania, en comparación con otros países que, por carecer de ella, enfrentaban mayores dificultades para lograr su desarrollo.
La obra de Fukuyama no estuvo exenta de críticas e incluso hoy es muy discutible cómo medir el impacto de la cultura y, en particular, la confianza en el crecimiento económico. Existen otros estudios asociados con la importancia de la confianza y cómo logra la disminución de los llamados costos de transacción en una sociedad. En palabras simples, esta disminución es el ahorro que registra un país cuando la gente confía en sus conciudadanos y se evitan gastos en contratos, abogados, procesos judiciales y todo un sistema normativo punitivo. A su vez, la falta de confianza produce efectos negativos, como la desintegración de las estructuras sociales comunitarias, así como el incremento de la violencia y la delincuencia.
En un escenario pospandemia, las organizaciones privadas y las empresas deberían reorientar su estrategia a la creación de una cultura organizacional que incluya a la confianza como elemento clave en empleados, proveedores y clientes. Ello permitiría reducir costos y generar efectos positivos que beneficien a todos. En tiempos de crisis económica como la que estamos viviendo en el ámbito global, las alianzas entre competidores pueden generar beneficios más allá de la opción de una competencia tradicional. Para desarrollar un ecosistema empresarial de coopetencia, la confianza es fundamental.
La esencia de la confianza se encuentra en las normas y los valores sociales compartidos por un grupo humano que guían un comportamiento honesto y cooperativo. Es un importante capital social para un país cuando los intereses grupales son más importantes que los intereses individuales. En los momentos más difíciles de la pandemia en nuestro país, fuimos testigos de la organización de grupos de madres que se reunían en torno a una olla común para llevar comida a sus familias. Además, muchas empresas decidieron organizarse para brindar ayuda a través de la implementación de plantas de oxígeno o la repartición de víveres en sus zonas de influencia.
Cuando la pandemia desaparezca, con un escenario político y económico incierto, será importante volver nuestra mirada a la confianza, que puede convertirse en un importante eslabón sobre el cuál construir una futura recuperación. En nuestra sociedad existen elementos de confianza, sobrevivientes de nuestra herencia histórica y cultural, que deberíamos reconocer y promover a través de la educación en los niños, siguiendo el ejemplo de países como Japón. Estos cambios implicarían inversiones de largo plazo y una participación activa de la sociedad civil.
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