“La pandemia de coronavirus ha reforzado el papel vital que las universidades como Stanford tienen que desempeñar en nuestro mundo moderno. La misión de desarrollar y difundir conocimientos nunca ha sido más urgente”
Stanford University President Marc Tessier-Lavigne
En todo proceso de transformación y cambio, es el líder quien debe asumir el reto de llevar a buen puerto a la organización. Las universidades no son la excepción y sus líderes deben asumir la responsabilidad de tomar el timón de la embarcación para pasar la tormenta. Marc Tessier-Lavigne, presidente de la Universidad de Stanford, resalta que nunca antes la misión de las universidades de desarrollar y difundir conocimientos había cobrado tanta importancia como hoy.
En los últimos años, nuestras universidades ya se habían visto obligadas a realizar cambios significativos y otras a cerrar sus puertas, debido al proceso de acreditación iniciado por la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu). Hoy, las que lograron su acreditación se enfrentan a una crisis económica traumática, por la deserción de alumnos. Los cambios obligados e inesperados hacia una educación totalmente online, producto de la cuarentena, también han causado estragos en ellas.
No todas las universidades tienen los recursos de Stanford, cuyos líderes han manifestado que esta institución “emergerá más fuerte y resistente al abordar los desafíos planteados por la COVID-19”. Sin embargo, las universidades que sobrevivan, sin excepción, deberán enfrentarse a condiciones aún más adversas en un contexto de competencia global, alentado por las modalidades de educación virtual.
Ante este escenario, existen dos opciones a seguir. La primera es más conservadora, donde las inversiones en tecnología no son tan grandes y se busca aprovechar las experiencias exitosas de otras universidades de similares condiciones, para adaptarlas a la propia organización. La segunda implica una inversión mayor en recursos y una orientación hacia una transformación digital, cuyo objetivo es aprovechar la coyuntura para transformar la universidad y prepararla para ser competitiva en el mundo.
El futuro aún es incierto, pero las capacidades que requerirán las personas que se incorporen a la actividad profesional pos-COVID-19 serán distintas a las exigidas hoy en día. Esto requiere un esfuerzo prospectivo de parte de las universidades, que les permita vislumbrar los escenarios a los que se enfrentarán, además de reimaginar la universidad y orientar su desarrollo hacia el campo digital, pero sin perder de vista la posibilidad de ofrecer también un servicio personalizado.
El reto para las universidades peruanas es mayúsculo. De su supervivencia y reconversión dependerá también nuestra viabilidad a futuro como país. En ese sentido, existe una gran responsabilidad por parte de los líderes de las universidades, quienes son los llamados a motivar, organizar y crear una nueva visión para sus organizaciones, que responda a los retos que ha generado la pandemia. Sin este liderazgo efectivo, las universidades públicas y privadas dejarán de ser competitivas y cederán protagonismo a otras opciones de educación más internacionales.
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