Recientemente, ha sido común escuchar en conversaciones y en las noticias alertas sobre crisis alimentarias y de la fragilidad del sistema de comercio mundial. A ello agregamos la percepción de que los precios de los alimentos han aumentado progresivamente, y que esto es culpa del gobierno.
No podemos negar que el cambio climático representa un desafío importante en el corto y mediano plazo para la producción agrícola, y que los gobiernos no han sabido manejar adecuadamente estos riesgos. Sin embargo, el mercado internacional de productos agrícolas ha crecido en años recientes superando las expectativas, incluso ante el temor por la invasión de Ucrania. Aunque las altas temperaturas y lluvias han impactado la producción de cocoa en países de África sub-sahariana, el impacto es relativamente menor, ya que productos como el chocolate, el té, el café y la cocoa representan menos del 1% de la canasta básica en el Perú. Por otro lado, el precio de productos esenciales como los cereales se han mantenido controlados. Aunque hubo un pico en febrero del 2022, los precios se revertieron 5 meses después. Según la Organización de Alimentos y Agricultura el índice de precios de los cereales está en un nivel más bajo que a finales del 2020, el punto más álgido de la pandemia.
El problema está en que cada vez que los precios de alimentos sufren fluctuaciones, los alarmistas salen a decir que el mercado mundial de alimentos está en crisis y que las cosas nunca volverán a ser como antes. La realidad es que el plan de Rusia de crear una crisis logística alimentaria para forzar el retiro de sanciones en los países que aplicaron no funcionó. Por el contrario, no solamente se recuperó la producción, sino que continuó creciendo.
Tenemos aún muchas cosas por mejorar, empezando por internalizar los costos de las emisiones de carbono en la producción de alimentos y de mejorar las políticas que controlen estas emisiones. Sin embargo, el comercio mundial da signos de estar lejos de una crisis que produzca escasez.
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