Las situaciones especiales ameritan soluciones especiales, requieren de una acción rápida para que no afecten el propósito principal de nuestra organización ni de nuestros principios. Pero quizás en esto hemos tenido que ser flexibles en los tiempos de la COVID-19, bajo el cual hemos tenido que ampliar nuestra visión de hacer negocios para crear nuevos caminos en terrenos que desconocíamos. Sin embargo, bien sea que uno de estos caminos sea explorar nuevas líneas de negocio, o aprovechar la coyuntura para lanzar nuevos productos, es imprescindible que mantengamos la base de la cultura organizacional. Es precisamente en el núcleo de nuestra cultura donde se originan los valores y principios de nuestras organizaciones, esa en la cual nuestros empleados se desarrollan y amoldan; sin embargo, ante los cambios de la nueva normalidad, es muy probable que esta haya cambiado, lo que no quiere decir que tengamos que perder nuestra identidad.
Para ello, deténgase un momento del trajín de los cambios y la adaptación para identificar los puntos clave de su cultura como comunicación y valores. Sea abierto a la idea de escuchar de la voz de sus empleados qué es lo que extrañan del día a día en la oficina, entienda sus necesidades y busque atenderlas. Tómese un tiempo para poder organizar reuniones o redactar mensajes de reflexión que busquen reforzar el concepto de su cultura organizacional para que sus empleados no la pierdan de vista. Por último, tenga en cuenta que una cultura organizacional evoluciona, esto implica que ante los cambios que hemos atravesado en los últimos meses, es probable que la cultura haya mutado, pero el camino y el objetivo deben de preservarse, así como también deben ser plasmados en los nuevos productos o líneas de negocios en los que la organización haya incursionado. Una cultura organizacional sólida aumenta la colaboración entre sus empleados, la motivación por construir un mejor resultado y promueve el desarrollo de sus empleados como comunidad dentro de su organización.
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