Pareciera que la invasión de Rusia a Ucrania les está dando una dura lección a los europeos, una brusca enseñanza, pero real: el mundo político y, más aún, geopolítico, es de un feroz realismo, en donde es difícil considerar que todo el mundo estaría dispuesto a asumir la agenda progresista liberal, socialdemócrata democristiana. Hay algunos leviatanes imperiales que sustentan su fuerza en el desarrollo militar y en replanteos geoestratégicos que están más allá de los parámetros liberales de occidente. Viendo a la distancia, es como si Europa hubiera centrado por décadas su agenda en términos progresistas, pero no realistas: redujo el gasto militar, transfirió recursos a medio mundo, debilitó su presencia en la OTAN, cedió su autonomía energética a Rusia y desarrolló una política ambivalente frente a la inmigración no occidental. Por otro lado, la agenda europea se centró en los derechos humanos de tercera generación y en microagendas ideológicas, importantes para su contexto, pero marginales en su repercusión integral.
Ahora Europa está en su laberinto, frente a un enemigo militarizado que la tiene cogida del gas y del petróleo, con menos armas y con una generación de jóvenes debilitada por las microagendas ideológicas. Scholz, Macron y demás líderes europeos se han dado cuenta de ello. Suecia, Finlandia y otros países mas o menos neutrales están saliendo de su correcta “zona de confort”. Muchos europeos creyeron que todo el mundo vivía en el final postmoderno de la historia, cuando nunca se había superado la era de los imperios.
Por otro lado, esta nueva circunstancia evidencia que los Estados Unidos deberán aprender una cuestión esencial: una cosa era meterse contra Irak, Afganistán o Siria y otra contra Rusia apoyada indirectamente por China. EE UU se equivocó de Némesis en lo que va del siglo. Los yihadistas y los nacionalismos árabes eran un enemigo menor. Las guerras de Bush generaron un falso espejismo de poder que aprovecharon China y Rusia. Un poder de reality show, pero no un poder real.
La guerra está reconfigurando las prioridades globales y lleva a Europa a reencontrarse con la dura realidad. Por ello varios países del “viejo mundo” están aumentando sus presupuestos militares, replanteándose el tema de la autonomía energética, postergar la reforma verde y volviéndose a plantear una educación para sus jóvenes para escenarios reales, conflictivos y más inseguros en términos geopolíticos. Potencialmente estamos ante un mundo mucho más agresivo y competitivo que en décadas anteriores. Los misiles hipersónicos del Kremlin están a pocos kilómetros y los EE UU está muy lejos.
La “deconstrucción” en todos los ámbitos, como política de estado, ha mostrado sus límites y grietas. La hegemonía del “pensamiento débil” ante la potencia militar y frente a mundo de imperios multipolares parece una broma ingenua. No todo el mundo estaba dispuesto a “deconstruir” las bases de su poder. Eso está quedando claro en este tiempo de guerra postpandemia. No olvidemos que esta situación real, a países como el Perú, debería enseñarnos mucho.
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