En Cuticsa, centro poblado del distrito de Santo Tomás de Pata provincia de Angaraes región Huancavelica, los jóvenes desde los quince años y sin culminar la secundaria ya acumulan experiencia migratoria temporal. Salen a Julcamarca, San Miguel o Huamanga durante las vacaciones, allí les espera un tío o una madrina a quien ayudarán por unas propinas, o tal vez trabajarán en alguna obra o chacra donde se emplearán precariamente por un jornal mal pagado. En marzo se reintegrarán al colegio, que, siendo público, les cuesta mucho dinero: cuadernos, uniforme, zapatos, zapatillas, buzo, mochila, entre otros gastos. Si vienen de un anexo, la caminata diaria será de tres a cinco horas, por lo que aquellos jóvenes con mayores recursos optarán por ahorrar y comprarse una moto. Los que menos tienen solicitarán una bicicleta oxidada de las que sobreviven del programa “Rutas solidarias” para usarlas durante el año escolar.
Ir y venir de las ciudades también les permitirá una experiencia juvenil distinta a la de otros jóvenes de comunidades rurales pequeñas. El trabajo será por un salario con el que comprarán su propio celular, la moto que facilitará sus recorridos por otros centros poblados o las ropas similares a las que visten los jóvenes que vieron en las ciudades. Estos objetos de consumo también pondrán en cuestión la posición de los jóvenes en la comunidad y sus intereses. Las familias tenderán a protegerlos, a dispensarlos de la actividad agropecuaria y de pastoreo, e incluso harán muchos esfuerzos para que culminen la secundaria y salgan de la comunidad.
Este es el tercer artículo dedicado a un centro poblado andino, y es que son territorios de una investigación en curso con la participación de cuatro jóvenes procedentes de esos mismos pueblos. Juntos queremos entender las maneras de ser y estar de los jóvenes andinos quechuas de hoy en sus comunidades y lejos de ellas; por eso hemos recorrido Asacasi en Tambobamba, provincia de Cotabambas-Apurímac, Anchihuay Sierra en el distrito de Anchihuay, provincia de La Mar – Ayacucho, y Cuticsa.
A propósito de la investigación, una de las coinvestigadoras volvió a Cuticsa después de varios años, la tierra de su padre y de su infancia, haciendo posible el reencuentro con muchos de sus parientes que nos acogieron cariñosa y respetuosamente. Volver a la comunidad de origen es un anhelo que la mayoría de niños y jóvenes proyecta después de estudiar una carrera profesional o técnica que les permita cambiar sus vidas, “ser alguien” (como si hoy no lo fueran), ganar dinero y progresar: “Quiero ser maestra y volver para enseñar a los niños”, “Quiero ser ingeniero y volver para construir los caminos”, “Quiero ser chofer y trabajar con mi transporte”.
Cuticsa también fue duramente golpeada durante el conflicto armado interno, que no solo causó dolor y muerte; además, lesionó las esperanzas de vivir en paz y en comunidad. Si a eso se suma el proyecto modernista y hegemonizante, no es de extrañar que los jóvenes aspiren a irse lejos y que sus padres deseen ser la última generación de “runas”, hombres y mujeres del campo en armonía con la naturaleza. ¿Será ese el destino de muchas comunidades y centros poblados andinos? ¿Habrá cabida para un proyecto alternativo? Mientras, Cuticsa sigue viva en el corazón de su gente, de los que permanecen y de los que se fueron.
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