En mi última columna publicada en este medio, me referí a la urgente necesidad de dar mayor protección a los defensores ambientales que ayudan a resguardar nuestra biodiversidad pese al peligro que esto conlleva tanto para ellos como sus familias, especialmente en zonas como la Amazonía. Nunca imaginé que, en mi siguiente columna, estaría escribiendo sobre la pérdida de uno de nuestros defensores, el hijo de un gran amigo e incansable luchador.
El viernes último, fue asesinado Roberto Carlos Pacheco Villanueva, hijo del conocido ambientalista y defensor ambiental Demetrio Pacheco. Ambos habían sido amenazados de muerte por mineros ilegales e invasores de su concesión forestal, y por ello habían pedido garantías para su vida. Sin embargo, esta protección nunca llegó y hoy lamentamos esta nueva pérdida.
Demetrio Pacheco es integrante del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata. Su concesión y su vida están ubicadas en la zona de amortiguamiento de esta área protegida. Conozco a Demetrio, sé que por siete años o más ha estado en una incansable lucha para proteger su vida y todo aquello en que él cree, como la biodiversidad y las maravillas de nuestro país. He visto a Demetrio, folder en mano, con sus documentos, tocar puertas, buscar aliados, viajar constantemente a Lima con don Víctor Zambrano y otros miembros del Comité de Gestión, explicando una y otra vez lo que sucede en la zona, sobre el avance de la ilegalidad y las demoras de las autoridades que aumentaban el riesgo para sus vidas.
El asesinato de Roberto Carlos Pacheco y el dolor de Demetrio es un golpe muy fuerte para todos aquellos que conocemos y hemos visto de cerca la lucha de este defensor, y hoy nos sentimos impotentes, heridos e ignorados. En mi caso siento miedo, sobre todo por seguir perdiendo peruanos valientes, admirables y comprometidos con el Perú. No debemos dejar que nos sigan arrebatando a nuestros defensores.
¿Qué debemos hacer ante esta situación? Lo primero es reconocer nuestra responsabilidad y la necesidad de implementar rápidamente las medidas de protección que ellos necesitan, asumiendo esto con mucha seriedad. No debemos esperar tres o cuatro denuncias, se necesitan recursos económicos, una cadena de protección que pueda poner sus vidas a buen recaudo. Esto va desde la protección y movilización de las familias, hasta la asignación de seguridad, todo ello mientras se combate la ilegalidad hasta ponerle fin. Tenemos claro que no es fácil, pero es necesario si es que no queremos seguir llorando pérdidas. El sistema debe cambiar, es evidente que no funcionó para Demetrio ni para su familia luego de tantos años tratando de buscar justicia y proteger el bosque.
Debemos ratificar de inmediato el Acuerdo de Escazú, la realidad nos está dando un mensaje de frente, fuerte y claro. Necesitamos todas las herramientas posibles para proteger a nuestros defensores, Escazú es el primer tratado que reconoce a los defensores y las defensoras de derechos humanos ambientales y la necesidad de establecer mecanismos de protección. Con esta ratificación, el Perú deberá implementar o fortalecer medidas para (i) garantizar un entorno seguro y propicio para su labor; (ii) proteger, reconocer y promover sus derechos fundamentales; y, (iii) prevenir, investigar y sancionar acciones en contra del ejercicio de su derecho de defensa. Estas acciones serán implementadas en el ejercicio de su soberanía y en el marco de sus disposiciones internas. Debemos ratificar este acuerdo para proteger a nuestros defensores y dejar de lado los intereses particulares. Necesitamos todas nuestras fuerzas para no seguir perdiendo más peruanos.
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