RPP Noticias conversó con la escritora Fietta Jarque sobre su libro “Donde Dennis Hopper perdió el poncho”, una crónica que retrata al actor y cineasta estadounidense durante el rodaje de su película “The Last Movie” en Chinchero.
1969 no fue un año cualquiera: el hombre llegó a la luna, el Festival de Woodstock congregó a millares de hippies durante tres días, los Beatles ofrecieron su último concierto sobre un tejado y Dennis Hopper, un actor con fama de rebelde sin causa, estrenó en los cines “Easy Rider”, película emblemática de la contracultura en Estados Unidos.
El éxito de esta cinta, que reflejó el clima cultural de aquel mundo que popularizó el uso de las drogas y la liberación del sexo, captó la atención de Paramount Pictures. Cautivado por la audacia del joven actor para conseguir buenos réditos de su filme debut con un bajo presupuesto, el estudio le propuso dirigir el proyecto que quisiera. Y Hopper tenía algo en mente.
Si es verdad que debajo de todo genio desbocado existen toques de locura, Dennis Hopper fue un caso paradigmático. Pues lo que el director puso en marcha fue “The Last Movie”, una auténtica rareza cinematográfica que, a caballo entre la metaficción y el western, petardeó los valores del Hollywood de su época al punto de ganarse la censura de la major que la financió.
Su rodaje no fue menos escandaloso y llamó la atención de la prensa peruana de 1970, pues se llevó a cabo en el remoto pueblo de Chinchero (Cusco). “Drogas, sexo y rock and roll” era la frase que resumía el espíritu de la filmación, que incluyó la participación de aquella comunidad cusqueña, testigo de los excesos de Dennis Hopper y su equipo de producción.
A poco más de 50 años de su estreno, el libro “Donde Dennis Hopper perdió el poncho” de la periodista cultural y escritora Fietta Jarque explora lo que ocurrió tras las bambalinas de “The Last Movie”. Y el resultado es una crónica de largo aliento que retrata los altibajos de un director megalómano a la vez que captura un momento vital en la historia del pueblo andino.
En conversación con RPP Noticias, Jarque comentó que su investigación inició en el 2019, luego de ver la cinta restaurada de Hopper en una proyección organizada por el ICPNA. “Cuando vi por fin la película me interesó averiguar más. Empecé a investigar en junio y ya para noviembre tenía el libro hecho. La investigación y la escritura, seis meses. Muy rápido”, dijo.
Siempre quisiste preguntarle a Dennis Hopper por qué causó destrozos en la iglesia de Chinchero, pero en tu libro descubres que es falso que él lo hubiera provocado. ¿Con qué leyendas de este tipo tuviste que lidiar a lo largo de la investigación?
Bueno, hubo otras leyendas que no solo se confirmaron, sino que eran mucho peores (risas). Encontré muchos recursos en Google y YouTube, que fue extraordinario y me impulsó a contar este relato fragmentado en distintas películas y documentales. Con esos testimonios he podido reconstruir todo y, en efecto, el documental “The American Dreamer” me permitió estar allí, prácticamente. Este documental, que es casi un reality, era como haber estado en Chinchero. Y qué mejor para alguien que está escribiendo una crónica. Las leyendas fueron peor en el sentido de más enloquecidas y llenas de detalles.
Fue un rodaje bastante enloquecido, delirante y con mucha improvisación, que se convirtió en una huella de Hopper como director.
Sí, incluso cuando escribía el guion original con Stewart Stern, que fue el guionista de “Rebelde sin causa” donde Hopper trabajó con James Dean, él no creía en el guion. Él quería improvisar. Pero necesitaban el guion para presentarlo a la productora. Hopper, en Chinchero, cada día llegaba y se ponía a mirar el paisaje y decía: “Hoy el sol está maravilloso, hagamos estas escenas”. Pero, por otro lado, no era alguien descontrolado que no sabía lo que pasaba. Se comprometió consigo mismo a respetar el presupuesto y el tiempo de la filmación. Esas dos cosas las cumplió a rajatabla. Lo otro era su forma de ser, y el grupo de actores y actrices que lo acompañaron estaban también así.
Llama la atención el perfil mesiánico que trazas de Hopper. Él se consideraba a sí mismo un genio y esa fe lo lleva a realizar una película rarísima. ¿Cuán grande fue la caída para él al comprobar que su obra maestra fue vetada?
Para él fue terrible. Después del estreno de “The Last Movie” en septiembre de 1971, en Nueva York, cuando ya se había peleado a muerte con los productores y después de la primera proyección, casi toda la prensa especializada demuele la película. Y cuando regresa a Los Ángeles, donde vivía, lo invitan a un programa de televisión y se le ve hundido, amargado y, realmente, muy afectado por esto, aunque trata de disimular con un poco de ironía, incluso haciendo el ridículo al coquetear con una actriz. En ese momento, se creía un genio. Pero todos los genios tienen que tener ese arrojo y yo creo que en la genialidad siempre hay un punto de valentía y de no medir un poco las consecuencias para hacer algo distinto.
Tu libro también registra la mirada exotizante que tiene la prensa internacional sobre Chinchero. El reportaje de Life incluso falsea que los chincherinos comen a un caballo como parte de un ritual. ¿Cuánto crees que ha cambiado esa perspectiva en la actualidad?
Yo creo que sigue manteniéndose en parte, porque esa búsqueda del exotismo, de gente de otras culturas, es atractivo para ellos. No digo que sea despectivo o racista, pero es algo que para ellos es muy ajeno. Es un poco como el buen salvaje y, por ese entonces, Chinchero no usaba el dinero, hacía todo por trueque como una antigua tradición andina, y era un pueblo campesino, agricultor, con pastoreo y esas cosas, pero son como todos los seres humanos. Obviamente, no manejan los mismos códigos y a uno le puede parecer que son atrasados culturalmente, pero no es así. Yo creo que sí existe esa mirada todavía. Por supuesto, ahora Chinchero ya es una pequeña ciudad mucho más cosmopolita, las nuevas generaciones de chincherinos tienen otro tipo de negocios y no son nada inocentes. El turismo es hoy el elemento principal que ha transformado mucho Chinchero.
“The Last Movie” se filmó durante un gobierno militar de izquierdas que hasta construye una carretera para que el equipo de producción pueda llegar a Chinchero.
Al Gobierno de Velasco Alvarado le interesaba promocionar el Perú en el exterior y le pareció una gran oportunidad que se filmara una película americana con todo el equipo de Hollywood y su forma de trabajo. Se pagó a las autoridades para facilitar las cosas y el Ejército contribuyó. Pero fue más importante un generador eléctrico. No sé de qué pueblo trajeron un cable e instalaron el primer generador eléctrico. Con ellos, recién en 1970, llega la energía eléctrica a Chinchero.
Además de ejercer el periodismo, también has publicado ficción, como tu novela “Yo me perdono”. ¿Tienes planeado sacar más ficción?
Tengo una novela que ya está prácticamente terminada, aunque le falta algo. Así que tengo que ver cuál es el fallo. En estos momentos, se publican muchas cosas, algunas prematuramente y otras que mejor no se hubieran publicado. Y si publico esta novela, quiero estar bastante satisfecha. Además, recién salió un relato mío en la antología “Cuentos peruanos de la pandemia”, hecha por Ricardo González Vigil.
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