En el Día del Poeta Peruano, recordamos uno de los poemas más icónicos de la literatura peruana. RPP conversó con dos biógrafos de César Vallejo y el crítico Ricardo González Vigil.
Valdría decir, de entrada, que Los heraldos negros es un poema para ser leído en voz alta, entonado verso por verso por sus lectores. Así pareció pensarlo César Vallejo, su autor, quien antes de publicarlo por primera vez en la revista Mundo Limeño, en 1918, decidió recitarlo durante una velada organizada por el pintor Macedonio La Torre, en Trujillo, el 10 de junio de 1917, según cuenta el biógrafo Stephen Hart en su libro César Vallejo. Una biografía literaria.
De lo que no cabe duda es que, más de cien años después de su publicación, el ritmo vibrante de Los heraldos negros —“Hay golpes en la vida tan fuertes…. ¡Yo no sé!”— continúa resonando sobre los lectores, mientras que el resto de los poemas que integran el libro de título homónimo, publicado el 23 de julio de 1919, mantienen la misma frescura con que Vallejo los ideó entre 1915 y 1918, años que pasó en Trujillo siendo desdeñado por sus coetáneos y elogiado por un puñado de compañeros (Antenor Orrego y Víctor Raúl Haya de la Torre, entre ellos).
Un asunto difícil de definir
La historia tras la composición de Los heraldos negros continúa escribiéndose. El primer biógrafo en dar cuenta de su origen fue Juan Espejo Asturrizaga, un poeta y compañero de Vallejo en el Grupo Norte, círculo literario al que perteneció el vate durante sus años en Trujillo.
La versión de Espejo, llena de omisiones, señala que el poema surgió en marzo de 1917, luego de que el poeta se enterase “de un asunto que se ha resuelto en forma desfavorable”. El “asunto”, cabe mencionar, fue de índole familiar y conmocionó a Vallejo a tal punto que se pasó la noche vagabundeando por Trujillo y bebiendo unos tragos en un cafetín. Al regresar a su habitación en el hotel del Arco, donde vivía con su hermano Néstor, se sentó ante una mesita y exclamó: “¡Hay golpes en la vida tan fuertes! Yo no sé… ¡Golpes como del odio de Dios!”.
Se trata de una versión que busca proteger un secreto familiar en la vida del autor de Espergesia. Sin embargo, en 2013, Stephen M. Hart revelaría en su biografía este episodio oculto, partiendo de otro relato de Espejo —en el que aborda los abusos cometidos contra “una pobre mujer a la que se pretende violar”— para precisar que la incomprensión del dolor reflejado en el primer verso nació de la vejación que sufrió María Aguedita, hermana mayor de Vallejo, en Santiago de Chuco. Así, para el escritor londinense, “la violación fue el ‘golpe’ que llevó al poema de Vallejo, Los heraldos negros.
Otra teoría sobre Los heraldos negros
El vallejólogo Miguel Pachas, autor de ¡Yo que tan solo he nacido! (Una biografía de César Vallejo), señaló en entrevista con RPP que su versión de los hechos es opuesta a la de Hart e involucra a un trío amoroso entre dos hermanas del autor de Trilce, un escándalo de infidelidad que sería un problema tremendo en la familia Vallejo y que el especialista ratificó, a través de los testimonios de un familiar del vate.
“Vallejo tenía dos hermanas muy conocidas: Aguedita y Natividad. La segunda se casó y llegó a tener un hijo con su esposo. Luego, resulta que Aguedita iba a visitar a la pareja en su casa de Santiago de Chuco y el esposo de Natividad se enamora de ella. Natividad, al enterarse de la traición de su hermana, deja al esposo y a su hijo y se va a Trujillo. Por tanto, Aguedita se hace cargo del niño y es vetada de la familia por un tiempo. Estando en Trujillo, Vallejo se entera de esto y escribe Los heraldos negros como lo cuenta Espejo en su biografía”, explicó.
Reivindicación andina
Los heraldos negros se compuso a partir de poemas escritos para periódicos y revistas de Trujillo y Lima, que fueron reunidos durante 1919, año en que César Vallejo se mudó a la capital. El poemario iba a contar originalmente con un prólogo del escritor Abraham Valdelomar —con quien Vallejo sostuvo una amistad marcada por la admiración mutua—, pero la muerte prematura del autor de El caballero Carmelo, a los 31 años, impidió que esto ocurriese.
Para el crítico Ricardo González Vigil, la vigencia de Los heraldos negros se debe a que su autor consigue escribir poemas que van más allá de su contexto literario, pese a las deudas con autores románticos y modernistas. “Lo que termina imponiéndose es un lenguaje nuevo, un escritor que consigue asumir su sensibilidad andina, sus raíces, y desde ellas se apropia, transcultura y modifica lo que pueda aprender de la literatura del mundo entero”, explicó a RPP.
El humor de César Vallejo
Aunque suele insistirse en asociar la poesía de Vallejo con temas como el dolor y sufrimiento, González Vigil resalta de Los heraldos negros el humor vallejiano, que opera bajo giros irónicos, festivos y paródicos, a veces difíciles de captar por el lector. Un humor muy negro que sería mayormente explorado en Trilce, pero cuya incubación se encuentra presente desde el primer libro.
“El último poema del libro [Los heraldos negros], Espergesia, parte de que se dirige a la gente que lo conoce y sabían que en la vida real Vallejo era muy chistoso, travieso, muy juguetón. Entonces él parece decir: ‘Ustedes no saben que adentro tengo un vacío, por si acaso. Todos saben que vivo, que mastico, pero yo nací un día que Dios estuvo enfermo’. Se esfuerza por decir: ‘No se rían tanto de mí, que yo sufro’. Espergesia es una figura retórica que consiste en decir varias veces y de distintas maneras, tratando de convencer a alguien sobre algo que al otro le cuesta aceptar. Es una figura de repetición, muy culta y antigua”, aseveró el crítico.
Te recomendamos
Comparte esta noticia