La conductora de televisión publicó en su cuenta de Instagram unas imágenes que demostrarían que sus rencillas legales con los hijos de Javier Carmona llegaron a su fin.
Tula Rodríguez sorprendió a todos sus seguidores con unas fotografías que demostrarían que sus rencillas legales con los hijos de su esposo, Javier Carmona, llegaron a su fin.
La conductora de "En boca de todos" publicó dos fotos, donde aparece su pequeña hija Valentina abrazada de su hermano mayor Tadeo Carmona.
"No hay nada ni nadie que pueda romper los lazos de hermanos, como en toda familia no todo es color de rosa pero el tiempo cura todo. Gracias Tadeo Carmona por hacer feliz a Vale", escribió Tula Rodríguez en su cuenta de Instagram.
Como se recuerda, hace unos meses, Tula Rodríguez y los hijos de Javier Carmona, Lucas y Tadeo, libraron una batalla legal por la administración del patrimonio del exdirigente televisivo, debido a que desde hace más de un año se encuentra internado tras padecer de un infarto en agosto de 2018.
"Está todo mucho más tranquilo. Estamos esperando la respuesta de Dios y que venga el milagro. Nos encontramos muy ansiosos de que todo regrese a su cauce, pero vamos a respetar las decisiones de Dios”, declaró Tula Rodríguez recientemente a América Espectáculos.
EL DIAGNÓSTICO DE JAVIER CARMONA
Cabe recordar que el exgerente de televisión ha sido diagnosticado con un trastorno vegetativo persistente, una condición no reversible, que se caracteriza por una estado sin actividad cognitiva. "En esta disfunción existen ciertos criterios que se cumplen como la falta de consciencia, la presencia de la respiración y un estado de sueño- vigilia. A veces responde, pero más como reflejos involuntarios. Es alimentado por medio de sondas", explicó el Consejero Médico de RPP Noticias, Elmer Huerta.
El caso del esposo de Tula Rodríguez evolucionó de un aneurisma con derrame cerebral a una falta de oxígeno en el cerebro por más de cinco minutos. Esto tuvo como consecuencia, en primer lugar, un estado de coma y luego el estado vegetativo persistente, que posee un tiempo vital de entre dos a cinco años.
De acuerdo con Huerta, una persona con trastorno vegetativo persistente es incapaz de interactuar con quienes lo rodean, debido a que no se sabe si este puede escuchar o no, además de que pierde la capacidad del lenguaje para comunicarse.
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