Especial: La vida sin Messi (Parte 1). RPP Noticias analiza por que el argentino es uno con Barcelona y otro con la Selección de Argentina.
Cerca al final de su carrera con el Barcelona, Xavi recordaba que si Lionel Messi no tocaba la pelota en un partido durante 5 minutos, él se preocupaba. Entonces lo buscaba, lo hacía parte del juego, construía una pared. En ese Barcelona todopoderoso, Xavi era la aduana de todo el juego y Messi era el receptor del último pase. Al mejor delantero del mundo hay que ayudarlo a ser el mejor, en vez de exigirle una demostración agotadora de genialidad a cada minuto.
La soledad de Lio. En Argentina, Messi está solo. Sus compañeros saben que es el mejor y le dan todas los pelotas, no importa en qué lugar de la cancha esté, como esperando que él lo resuelva todo. En su selección, la 'Pulga' es quien da los pases y el que mete los goles. Baja al mediocampo, la pide, la toca. Además, se le exige que grite, que putee, que meta goles maradoniados en todos los partidos, en todas las finales, algo que no hizo ni el propio Maradona. Fuera de la cancha está aún más solo, a merced de dirigentes incapaces y críticos carniceros, que hacen carrera insultándolo en lugar ser felices y disfrutar lo que él hace. Porque puede ganar o perder, pero nadie hace el trabajo mejor que él.
Las críticas. El fútbol es terreno fértil para aquellos que carecen de ideas y simplifican la vida en victorias y derrotas, en éxitos y fracasos. Sin importar la propia autoridad ni méritos personales, se valora todo trabajo o esfuerzo ajeno, se aumenta o reduce según el antojo. Lionel Messi es la víctima favorita. Sus logros no se le reconocen (“Si con Iniesta al lado, yo también meto goles”) y sus derrotas son exaltadas hasta el ridículo (“Si es un pechofrío”). El nuevo coro es: “Es el mejor del mundo con su club, pero le pesa la Selección”. Esos que todo lo simplifican, reivindican ganar con gol de mano o haciendo trampa.
El "extraterrestre fracasado". La reducción de los argumentos ha llegado a tal punto de muchos solo entienden el fútbol como un deporte individual, como quien habla de golfistas, tenistas o ajedrecistas, ya no de equipos. La discusión sobre estrategias, complejas para la flojera mental, se limita al intercambio de etiquetas: hoy está de moda “extraterrestre” y mañana “fracasado”.
Cosa de suerte. En este juicio popular que entrega el título al mejor del mundo, Messi ha tenido mala suerte. Y la suerte es para los más simplistas, cosa del destino. Ante la escasez de argumentos, todo tiene algo esotérico. Higuaín perdió un gol que pudo valerle el título a Argentina en la Copa América Centenario. En la jugada Lionel Messi no participó, pero la derrota (entienden los malintencionados) fue su culpa. Curiosa paradoja: en la coronación de las individualidades sobre el equipo, Maradona llegó a D10S solo porque Burruchaga sí la metió.
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