La vivienda está equipada con alta tecnología y perfectamente adaptada a sus necesidades, lo que le permite ser casi independiente y mantener su privacidad sin alejarse del núcleo familiar.
Viola Báez, puertorriqueña residente en Virginia (EE.UU.), tiene 87 años y se quedó viuda a principios de este año, por lo que desde entonces vive en una "casita" inteligente instalada en el jardín trasero de la vivienda familiar, donde residen su hija, su yerno y sus dos nietas.
La pequeña morada de Viola, conectada al hogar familiar por una pasarela de tablones de madera de apenas diez metros, está equipada con alta tecnología y perfectamente adaptada a sus necesidades, lo que le permite ser "casi" independiente y mantener su privacidad sin alejarse del núcleo familiar.
"Por lo general, existe una correlación directa entre la distancia a la que vive un anciano respecto de la familia y el grado de relación entre ellos", explicó a Efe Kenneth Dupin, presidente de la empresa MedCottage, responsable de esta pionera iniciativa.
"Por ello, proponemos que las familias acepten la responsabilidad de cuidar de sus mayores, pero sin que estos deban renunciar a su privacidad e independencia", señaló el empresario, quien puso como ejemplo el "exitoso" caso de Viola, una de las primeras clientas en probar la "casita" inteligente.
"Durante los meses que vivió en casa con nosotros, mi madre siempre se quejaba de que pasaba frío o calor porque la temperatura no estaba ajustada a su gusto", explicó la doctora Socorritos Báez-Page, hija de Viola.
En el nuevo hogar de Viola, la temperatura es independiente de la de la morada familiar y, como la mayoría de variables de la casita, puede controlarse desde el ordenador e incluso desde el teléfono móvil.
"Ahora, si mi madre tiene frío, basta con que llame a mi marido y él sube los grados de la calefacción se encuentre donde se encuentre", señaló Socorritos.
Se trata de una pequeña instalación que cuenta con los espacios fundamentales: un dormitorio, un salón con cocina y un baño, todos ellos integrados y sin una sola puerta que pudiera añadir dificultades a la movilidad.
"Entro y salgo cuando quiero, no hay escaleras ni ningún obstáculo", explicó Viola, quien, aunque desayuna y come en su "apartamento", recorre cada día con su andador la pasarela que la conecta con la residencia familiar para cenar junto a su hija, yerno y nietas.
La "casita" de Viola está vigilada por una cámara monitorizada desde la casa anexa, y dispone de un micrófono y un altavoz que le permiten estar comunicada las 24 horas del día con sus familiares.
EFE
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