La difícil amistad entre un homosexual y un joven comunista en una Cuba homofóbica se recuerda estos días en La Habana en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano.
La célebre película cubana "Fresa y chocolate" ha cumplido este mes veinte años desde su estreno convertida en un clásico imprescindible en la filmografía de la isla y como un alegato contra la intolerancia que no pierde actualidad, según algunos de sus protagonistas.
El filme que conmovió con la difícil amistad entre un homosexual y un joven comunista en una Cuba homofóbica se recuerda estos días en La Habana en eventos como el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano o en actos como una charla organizada el jueves en la Embajada de España con varios de sus actores.
""Fresa y chocolate" fue un acontecimiento que nos ha trascendido a todos nosotros. Sabíamos que era una película importante pero no imaginábamos tanta trascendencia", según la actriz Mirta Ibarra, quien dio vida a Nancy, la prostituta con complejo de culpa que completa el trío de amigos en el filme.
Ibarra, viuda del director de la película, Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996), considera que "Fresa y chocolate" se convirtió en una obra "universal porque tocó temas universales: problemáticas cubanas, pero también del resto del mundo".
"Y es una película actual, no envejece, porque esos problemas que toca no han caducado, lamentablemente", reflexionó la actriz ayer en "Los jueves de la Embajada", un espacio de discusión cultural organizado por la legación diplomática española y dedicado este mes a celebrar el veinte aniversario de la película.
En ese foro estuvo también Vladimir Cruz, que interpretaba a David, el estudiante provinciano, comunista y heterosexual de "Fresa y chocolate", cuyo éxito internacional lanzó su carrera y la de Jorge Perugorría, el culto, escéptico y homosexual Diego.
Tras su estreno en 1993 en Cuba, donde el filme avivó el debate contra la intolerancia social, política y cultural en los duros años de la crisis que vivió la isla con la caída del bloque soviético, la cinta obtuvo premios como el "Oso de Plata" en el festival de Berlín, el "Goya" en España y la primera y hasta ahora única candidatura al Óscar de la isla.
"Fresa y chocolate" fue además el penúltimo largometraje del destacado realizador Gutiérrez Alea -responsable también de antológicos títulos del cine cubano como "Memorias del subdesarrollo" o "La muerte de un burócrata"- quien la codirigió con su compatriota Juan Carlos Tabío.
Veinte años después cabe la tentación de preguntarse cómo serían Diego, David o Nancy, los principales personajes, en la Cuba actual, que sigue siendo comunista pero que ha emprendido un proceso de reformas económicas y donde una hija del presidente, Mariela Castro, lidera la lucha institucional contra la homofobia.
"Hoy también serían personajes inconformes, luchadores y críticos; satisfechos con algunas cosas que han evolucionado para bien e inconformes con las angustias y las incertidumbres del futuro", dijo a Efe el escritor Senel Paz, autor de "El lobo, el bosque y el hombre nuevo", el cuento que inspiró el guión de "Fresa y chocolate".
Dentro de los homenajes al filme, Paz rememora en un artículo publicado en la web del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano que esta cinta "tuvo para el público cubano un significado que superaba lo artístico. Ayudaba a cerrar una herida, y reafirmaba el valor y la necesidad de la crítica al interior de la sociedad".
Dos décadas después, la huella de "Fresa y chocolate" sigue presente en los escenarios de la ciudad donde se rodó como la heladería Coppelia o "La Guarida", el apartamento de Diego que posteriormente se convirtió en un próspero "paladar" (restaurante privado).
Ese restaurante, que conserva objetos del decorado original de la película, es desde hace años uno de los más famosos de la isla y ha sido visitado por numerosas personalidades como atestiguan las numerosas fotografías que cuelgan de sus paredes, desde la Reina Sofía de España en 1999 hasta la cantante estadounidense Beyoncé el pasado abril.
Y precisamente el edificio que alberga "La Guarida" también está de celebración: cien años ha cumplido en 2013 esa desvencijada y peculiar mansión de Centro Habana que se mantiene en pie gracias a la actividad del restaurante que dirige Enrique Núñez y a las mejoras que ha introducido y planea para su conservación.
Para celebrar los cumpleaños de "Fresa y chocolate" y de la "casa" de sus protagonistas, Núñez ha publicado un libro sobre la historia del edificio, sus planes de restauración y rescate, anécdotas y detalles de su apreciada cocina.
EFE
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