También llamados deshollinadores marcharon por calles suizas cubiertos de hollín y con algunos de sus típicas herramientas de limpieza.
El deshollinador se ocupa de retirar de forma periódica el hollín acumulado en las paredes de las chimeneas por causa de su uso con propósitos higiénicos y para mejorar su funcionamiento.
Su actividad se extiende también al mantenimiento de la chimenea reparando pequeñas grietas que pudieran dejar escapar el humo.
En primer lugar, el deshollinador tapona la boca de la chimenea y otras aberturas y sube al tejado en donde ejerce su actividad.
Desde allí, ayudado de un peso hace descender una bolsa en la que se irá depositando la suciedad. Luego, utilizando herramientas manuales como cepillos o escobas, barre las paredes para desprender el hollínj que se haya adherido a las mismas de forma que vaya cayendo en el recipiente. Para verificar el correcto resultado de la operación se ayuda de un espejo o de iluminación.
Aunque con la popularización de los sistemas de calefacción los deshollinadores prácticamente desaparecieron, actualmente siguen existiendo, sólo en algunas partes del mundo.
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