"Es un papa muy simple, sencillo. El otro día me lo encontré y me prometió venir, todavía no se ha presentado pero supongo que vendrá en algún momento", explicó con cierta resignación.
La sobriedad y el fasto se combinan como si no fueran antagónicos en el taller de Raniero Mancinelli, uno de los principales sastres de los prelados católicos que espera con resignación la visita de Francisco, un papa quizás "demasiado sencillo" para usar sus prendas.
Buena parte de los 19 nuevos cardenales que fueron investidos hoy por Francisco lucieron los trajes elaborados en el taller de Mancinelli, quien, haciendo gala del sentido de la discreción, no quiso revelar cuántos de ellos han pasado por sus manos.
También eludió hablar del coste que tienen cada una de las indumentarias de los purpurados, cuyo precio oscila, como mínimo, entre los 3.000 y los 4.000 euros pero del que Mancinelli "se ha olvidado", según afirmó a Efe con media sonrisa.
La prudencia es la máxima de este sastre desde que abriese su negocio a un paso de la Plaza de San Pedro con apenas 20 años, durante el Concilio Vaticano II, ya que por su taller ha pasado lo más granado de los altos cargos eclesiásticos, entre ellos los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y se encuentra a la espera de Francisco.
"Es un papa muy simple, sencillo. El otro día me lo encontré y me prometió venir, todavía no se ha presentado pero supongo que vendrá en algún momento...Espero", explicó con cierta resignación.
Entre pregunta y pregunta, Marinelli atiende a la clientela que no deja de entrar y salir de la tienda, sacerdotes y prelados de todos los colores y nacionalidades, entre los que el habla hispana predomina.
"Yo diría que tengo un cincuenta por ciento de españoles y latinos y otro cincuenta por ciento de anglosajones. Entre los americanos, los sudamericanos son los que más miran los precios mientras que los norteamericanos son los más presumidos", comentó divertido.
Los innumerables objetos religiosos copan cada uno de los rincones de su establecimiento, pero la exquisita colocación hace que lo ostentoso se convierta en pura elegancia.
Los dorados ostensorios comparten espacio con coloreados cíngulos y casullas y bajo el mostrador principal predominan el oro y la plata de los anillos, entre los que se encuentran todos los modelos de los pontífices más recientes, entre abalorios eclesiales.
Con su metro colgado al cuello y los dedos callosos por años de costura, Marinelli analizó entusiasmado el hábito rojo que deben vestir los cardenales para la ceremonia del Consistorio.
"La tela es de pura lana, roja como el color de la sangre de los mártires. Antes de Pablo VI el traje era cien por cien seda, ahora lo que es de seda es la birreta", explicó señalando cada pieza.
Con un rápido movimiento Marinelli cambia de posición y muestra una sotana negra, "simple", al módico precio de 300 euros.
El sastre italiano volvió a eludir así la cuestión del precio del terno de los purpurados, aunque sí admitió el paso por su local de, al menos, dos de los nuevos cardenales, el arzobispo filipino Orlando Beltrán y el español Fernando Sebastián.
"El español ha estado aquí esta mañana, ante la ceremonia del sábado está tranquilo, él es así, un gran teólogo y escritor también...Luego del filipino también hemos ultimado algunos detalles", dejó caer.
A pesar del brillo y esplendor que relucen en su tienda, Marinelli afirmó que la crisis también se nota en su sector, ya que, según estimó, los prelados cada vez gastan menos y los impuestos, por el contrario, son más altos.
"Quizás este papa que tenemos es excesivamente modesto y ha marcado una línea de simplicidad...Al menos, los cardenales siguen vistiendo igual. Aunque bueno, este es su primer Consistorio, ¿quién sabe si luego lo cambia?", bromeó el costurero, que alabó el carisma y la conexión con los fieles que ha conseguido Bergoglio.
El papa argentino sí ha dado un impulso a su negocio en cuanto a un nuevo producto estrella: la cruz de plata que siempre lleva colgada al pecho y que se ha convertido en una de sus señas de identidad, dejando a la vez casi en el olvido a las tradicionales prendas papales como la muceta o los zapatos, ambos de un rojo sangre, la sangre de Cristo.
Marian Rosado/EFE
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