Sacrificio, sufrimiento, devoción y fe son los elementos que se entremezclan en una procesión. Y lo mismo sucede con la selección, por dentro y por fuera, a lo largo de este tramo de nuestra historia por llegar a un mundial. Una procesión de nunca acabar. Y que algún día nuestros ruegos sean escuchados, porque solo nos toca esperar otra generación bendecida por el Altísimo que nos lleve a la tierra prometida, como sucedió con aquella de Cubillas, Chumpitaz y Cía.
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