Entrar a un auditorio con tanta buena vibra me es extraño. Ver las butacas llenas, escuchar las palmas, ver tanta gente reunida y de pie. Todos recibiendo entre risas y aplausos a un hombre de tez pálida y de ojos color mar. Un hombre que dice no sabe cómo definirse a sí mismo. Ese es Ricardo Darín.
La Sala Roja del Centro Cutural de la Universidad Católica lo esperaba y él ingresaba sin prisa, con una sonrisa dibujada en el rostro.
Este mediodía aquel mito argentino, se sentó en medio de un panel de periodistas y actores. Se declaró bastante tímido, y además nos advertió sobre su continua búsqueda de nuevos conocimientos, "Me parece que aún estoy en vías de desarrollo porque siempre intento aprender".
Pese a que desde chico se apasionó por el arte que amaban sus padres, la actuación; reconoce que nunca concluyó la instrucción académica, que su verdadera escuela ha sido la vida tras el telón.
"He tenido la suerte de encontrarme con gente que confió en mí y me dio oportunidades", sostiene, mientras el público intenta saber la raíz de su despegue. Tras el éxito indiscutible de "Nueve Reinas" (2000), existen otros filmes, menos conocidos, pero no menos importantes para el actor como "El faro del Sur" (1998) y "Perdido tras perdido" (1993), que marcaron su carrera y que le otorgaron un lugar especial en el cine de su país.
"Durante el rodaje de "Perdido tras perdido", encontré a alguien que me permitió conocer el trabajo detrás de cámaras. Alberto Lecchi me enseñó el juego. él me hizo saber que yo había hecho cine, sin saber realmente lo que significaba".De aquella experiencia, el azar y la partida del director Eduardo Mignogna en el 2002, le dieron la posta de la dirección del filme "La señal". "Eduardo para mí ha sido una especie de padre", cuenta Darín y agrega que su trabajo como actor va siempre de la mano del director. "Mi forma de analizar el guión es intuitiva por eso pido ayuda al director, trato de captar su visión y de que ambos seamos cómplices en la historia", comparte.
"No soy el rostro del cine argentino"
Si hay algo que me sorprendió esta tarde, fue la sencillez y la modestia de alguien que reconoce el peso del Óscar sobre los hombros, de quien manifiesta sentirse "halagado, pero al mismo tiempo incómodo" con la etiqueta de ser el astro de la cinematografía de su país. Desde su niñez en el teatro, hasta su último trabajo en "Carancho" podemos hablar de un artista que continúa forjándose en cada filme, que gusta de los actores " que no se regodean en la fama "que gusta ser acompañado y de acompañar".
Hay algo en este genio dramático tan especial, que en broma mencionó que irá al "Azul" (refiréndose a Polvos Azules) para poder ver las películas peruanas que se perdió del festival, que en un gesto de espontaneidad también señala decir que las películas truchas (bamba) no atentan contra él sino contra el equipo realizador.
Lo mejor de esta estrella de cine es que es humana, nació en Buenos Aires, es hincha de San Lorenzo y de River, tiene una mujer, dos hijos y dos perritos por los que babea y le encanta ser el 5 de mediocampo. Siempre queriendo encontrar el equilibrio de la estructura narrativa, permitiendo que los demás se luzcan para lograr el tanto de la victoria.
Texto: Sara Apaza
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