Prófugos y la Policía Internacional, por Fernando Carvallo [COLUMNA]

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La captura en Rusia del presunto asesino del periodista Christian Tirado es una victoria de la lucha contra la delincuencia. Y una señal de la eficiencia que puede garantizar la correcta colaboración entre instituciones nacionales y supranacionales.

El crimen se produjo en Lince, en el marco de una fiesta en la que participó la todavía vicepresidente del Congreso, Rosselli Amuruz. El presunto autor del disparo a quemarropa, Abel Valdivia, huyó horas después de los hechos a Colombia y trató posteriormente de alejarse de nuestro país tanto como le fuera posible. 

Ayer, la Policía peruana recibió la confirmación de la detención de Valdivia en la ciudad rusa de Kazán, ubicada a 800 kilómetros al Este de Moscú. La detención ha sido posible por la rápida expedición del llamado “ángulo rojo de captura internacional”, lo cual requirió la rápida preparación de un expediente por parte de la Policía peruana. 

La detención de Valdivia contrasta con los esfuerzos por ahora fallidos por traer al Perú a otros prófugos, como el feminicida que huyó a Colombia después de quemar viva a una joven en la plaza Dos de Mayo. 

Es el caso también del exministro Juan Francisco Silva, no ubicado, y más aún el del exjuez supremo César Hinostroza, prófugo del Perú y de España, sobre el que aparentemente no se ha conseguido una orden de captura internacional. 

La detención de Valdivia se produce en momentos en que el condenado Vladimir Cerrón se burla vía tuit de la Policía Nacional, a la que atribuye la voluntad de eximirse de su responsabilidad y hacerlo buscar por Interpol. Cerrón finge desconocer que la Policía Nacional no puede actuar en el extranjero y es precisamente por eso que formamos parte de Interpol, organización fundada hace cien años y que está integrada por 195 países del mundo. 

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