De nada han servido las medidas excepcionales anunciadas por el ministro del Interior, incluyendo el estado de emergencia en un distrito de Lima Este, cuya población se acerca a los 800 000 habitantes.
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¿Con qué sensación de impunidad ha debido actuar el sicario que ayer asesinó al profesor Julio César Pacheco Pimentel en un colegio de Ate? Las cámaras de vigilancia muestran la llegada de dos jóvenes a bordo de una moto. Uno de ellos baja, afirma llevar un encargo para el maestro y espera que se acerque a la puerta para dispararle a quemarropa, antes de dar media vuelta y huir en la moto en que lo esperaba su cómplice.
No es difícil imaginar la conmoción causada en lo que debería ser un santuario dedicado a la educación de niños y adolescentes. De nada han servido las medidas excepcionales anunciadas por el ministro del Interior, incluyendo el estado de emergencia en un distrito de Lima Este, cuya población se acerca a los 800 000 habitantes.
Nada preveía que un crimen de esta naturaleza pudiera cometerse en la escuela Julio C. Tello. Pero ahora resulta inevitable pensar en el impacto sufrido por los niños que fueron testigos de un acto frío y desalmado. Hemos visto a madres de familia exigiendo justicia y seguridad al ministro de Educación, que acudió a reiterar que el Estado terminará por vencer a los criminales y superar la ola de asesinatos que estamos padeciendo.
La frialdad con la que actuaron los sicarios evidencia que no se trata de ocupar las calles ni de aprobar leyes que cambien el nombre de los tipos penales. Y menos aún que compliquen la acción de jueces y fiscales. Como muestra la experiencia de otros países, las organizaciones criminales terminan por ser vencidas en base a inteligencia policial.
La policía tiene que contar con la información aportada por vecinos y miembros disidentes de las organizaciones criminales. Se necesita hablar menos y actuar respetando a los mejores policías, en vez de continuar la espiral de ceses y castigos que no sirven sino para reforzar la inercia de jefes sumisos al poder de turno. Quien conozca el valor de la educación y ame a los niños, vivirá un triste momento de duelo. Pero hay que pasar a la acción, sin vendettas ni demagogia.
Las cosas como son
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