Hace cuatro años, en los pasados Juegos Panamericanos y sin apoyo alguno, Kimberly García llegó quinta. Sin embargo, la falta de apoyo le pasó factura, su mente le jugó una mala pasada y no lo recuerda.
Fue quinto puesto en los Juegos Panamericanos Toronto 2015, pero no recuerda cómo llegó a la meta. Hasta cierto kilómetro sintió malestar, pero luego no sabe qué pasó. Su mente se puso en blanco. De pronto, apareció en una camilla, recibiendo oxígeno.
Kimberly García llegó desmayada. No había consumido geles ni hidratantes, más allá de las bebidas comerciales, y no porque no quisiera, sino porque no tenía conocimiento: ni el IPD, ni la Federación, ni el Comité Olímpico la respaldaban.
Ahora ya sabe qué debe tomar antes y después de cada entrenamiento o competencia. Y aprendió a dosificar su energía mientras marcha: “Me imagino que soy un ave para no cansarme. Trato de creer que estoy volando”.
Durante una de sus bases en la capital, y luego de dar 30 vueltas a la pista atlética, nos cuenta que ya hay apoyo. Por eso, porque tiene una mejor preparación y por lo que le pasó en Canadá hace cuatro años, admite que ve Lima 2019 como una revancha.
Sus inicios
"Marcha es más complicada porque requiere bastante técnica y concentración. Tienes que plantear bien, concentrarte, si estás pensando en las musarañas, eso te juega una mala pasada. Nosotros no solo dependemos de nosotros, sino de los jueces. No tenemos que doblar rodilla, ni flotar porque te descalifican, a diferencia de la carrera porque puedes correr como sea y no te descalifican. La marcha requiere de bastante estrategia", dice.
Lo sabe bien porque se dedica a esta modalidad del atletismo desde que tiene cinco años, gracias a su prima 10 años mayor, quien pertenecía a categoría mejores y ya participaba en campeonatos internacionales.
"Un día me dijo que la acompañara a marchar. Mi papá me mandó, la vi marchar, me llamó la atención y dije 'me gusta'. Ganar a los nueve años una medalla regional me motivó más. Miraba las olimpiadas de marcha y dije 'yo quiero llegar ahí'". Y llegó. Con 22 años, Kimberly participó de Río 2016, aunque no le fue como quería.
"Llegué en puesto 14. Estaba decepcionada porque quería ganar o quedar del 1 al 5. A veces uno, por más que quiera, no puede porque no hay apoyo, bases, ni nada. Me decían 'tú vas a conseguir medalla, vas a hacerlo bien'. ¿Cómo uno va a conseguir medalla cuando ni siquiera tiene apoyo?", recuerda. Ese día, declaró a la prensa que, por falta de ayuda y auspicios, se retiraba del atletismo.
Ya tenía resultados en mayores, el máximo nivel, y ni apoyo de instituciónes deportivas ni de empresas privadas. Sin auspicios, y habiendo dejado poco antes su carrera, optó por retomar los estudios.
Punto de quiebre
Odontología. Eso es lo que estudiaba hasta aproximadamente un año antes de ese puesto 14. Dejó la carrera en quinto ciclo porque, aunque en un inicio ella elegía sus horarios, luego los cursos prácticos le demandaban mucho tiempo. Lo hizo porque confiaba en su talento y disciplina, porque soñaba -y sueña aún- con ser campeona olímpica. Lo hizo porque la marcha la hacía feliz.
Ahora estudia administración a distancia, pero en ese entonces, al terminar los Juegos Olímpicos de Río, la decisión era otra: pensaba no solo en dejar la marcha, sino además en ser dentista. Y no era un capricho: realmente había conseguido buenos logros deportivos y, en ese sentido, la retribución del país que defendía era nula, y la inversión muchísima.
Hasta menores, Kimberly compraba zapatillas de 25 soles. Las fabricaba un señor en Huancayo y ella las usaba en competencias. Pero las ampollas le causaban mucho dolor y su papá hizo un esfuerzo extra.
"Mis zapatillas en dos semanas se hacen hueco. En Huancayo se destrozan al toque. Necesito siquiera cuatro pares al mes porque entreno en la mañana y en la tarde, y no puedo usarlas rotas porque causan lesiones. Cada par está 500 soles. Es un gasto", dice.
Además, está la ropa de entrenamiento y competencia, la alimentación y los viajes para las bases y los torneos. Sus papás, por más que lo intentaran, no podían cubrirlo todo. Por eso, luego de Río 2016, se paró frente a las cámaras y los micrófonos, y fue clara.
A lo grande
"Fui y dije que estaba cansada, que no recibía apoyo de nadie", recuerda. Realmente decidió retirarse. Su familia la apoyó, pero le recomendó que no tome decisiones con la cabeza caliente.
Estuvo un mes fuera, hasta que recibió la llamada de una marca dispuesta a auspiciarla. Esa noticia le hizo creer que quizá valía la pena intentarlo una vez más. Así fue y los resultados fueron buenos: más empresas la contactaron.
Retomó su carrera y, aunque este año ya había conseguido el pase a Tokio 2020, tenía una espina clavada: si a pesar de no tener apoyo alcanzó un quinto puesto en Toronto, ahora en casa la meta era superar el antecedente. "Voy a dar todo de mí por mi familia, la gente que me estima y por mí misma, para sentirme orgullosa y tomarlo como revancha de lo que me pasó", dijo antes de los 20km. de marcha.
Lo logró. Sus expectativas eran entrar al podio y lo consiguió. Kimberly García ganó la medalla de plata y dejó en alto en nombre del Perú.¿Lo mejor? Ahora sí recuerda haber llegado a la meta.
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