Un equipo de RPP llegó a Guayaquil pocas horas después de que el Gobierno de Ecuador declarara el conflicto armado interno en el país, ante la escalada de violencia desatada por grupos criminales y terroristas vinculados al narcotráfico.
Retraso en los vuelos y un avión con decenas de asientos desocupados era señal de que, el último miércoles por la mañana, Guayaquil no era el destino más atractivo.
Los videos de un canal de televisión tomado, las amenazas a los presentadores de un noticiero que fue suspendido en vivo por un grupo armado, imágenes de alumnos universitarios huyendo de su casa de estudios por temor a ser secuestrados, saqueos, entre otros hechos de violencia, graficaban que el pánico y la incertidumbre se apoderaron de las calles de la ciudad más poblada de Ecuador.
Cuando finalmente, el equipo de RPP llegó al aeropuerto José Joaquín de Olmedo, las advertencias no tardaron en llegar. En el módulo de venta de chips para celulares lo primero que preguntó la vendedora al enterarse de que John Altamirano, camarógrafo de RPP, y quien escribe éramos periodistas, fue: "¿Tienen chalecos antibalas?" Efectivamente, los llevábamos en las maletas.
De camino al hotel, un amable taxista preguntó si teníamos contratado un resguardo privado para los días de permanencia en la ciudad y recomendó no quedarse en una misma calle por mucho tiempo: “Acá tienes que hacerlo todo rápido, no sabemos a quién tienes al lado, puede ser una persona de bien o un sicario”.
Pensé que quizá estos consejos eran parte de un temor colectivo tras los episodios del último martes; sin embargo, la advertencia de un editor de televisión que estuvo en las instalaciones del canal TC TV cuando fue tomado por un grupo criminal, activó nuestras las alertas. Nos reveló que las mochilas, como llamamos a los equipos que usamos para transmitir en vivo para TV y radio, se habían convertido en el blanco de los delincuentes.
“No solo se llevan las mochilas, llegan en moto y están buscando esos equipos para tener la manera de dar sus mensajes y para eso se llevan al operador”, advirtió el periodista ecuatoriano.
"No habrá piedad, ni compasión"
Durante los cuatro días en los que RPP permaneció en Guayaquil vimos calles desoladas, tiendas y restaurantes cerrados o sin clientes. Sedes de instituciones estatales, estaciones de buses y hasta hospitales rodeados por militares en el marco de un país declarado en conflicto armado interno.
En la puerta de emergencias del Hospital Teodoro Maldonado, un oficial del ejército ecuatoriano expresó, sin reservas, las medidas que estaba dispuesto a asumir en caso de un enfrentamiento con integrantes de alguna de las 22 bandas consideradas como terroristas por el Gobierno ecuatoriano.
“Tenemos la orden de actuar con mano dura contra estos delincuentes terroristas que vulneran a la sociedad ecuatoriana, no habrá piedad, ni compasión [...] que sepan que la Fuerzas Armadas no van a descansar hasta que todos sean exterminados y aniquilados”, dijo a RPP.
En el marco de estado de excepción que declaró el presidente Daniel Noboa, las Fuerzas armadas ecuatorianas y la Policía han ejecutado decenas de operativos, en los que se detuvieron a 1327 personas, 143 de ellas por el presunto delito de terrorismo, un cargo por el que podrían ser condenadas hasta con 16 años de cárcel.
Con nuestro camarógrafo acompañamos a la Fuerza Naval a un operativo en el sector de Peca, una zona conocida por la microcomercialización de drogas. Hasta este lugar llegó un portatropa con oficiales equipados de pies a cabeza con armas de largo alcance, pistolas y, en algunos casos, hasta granadas de guerra.
Los uniformados tienen licencia para usar estos armamentos sin el riesgo de verse posteriormente comprometidos en procesos judiciales, luego de que el último 9 de enero, el Congreso de Ecuador aprobara una amnistía y hasta indultos para los que luchen contra el crimen.
Durante el día, las fuerzas del orden tienen licencia para ingresar centros comerciales y hacer inspecciones de rutina a los clientes, desde pedir identificación hasta ponerlos contra una pared para la revisión minuciosa si se considera necesario.
Le pregunté a Jorge, un taxista que nos trasladó en Guayaquil, por qué tal rigor y contestó: “Estas tiendas de ropa, las de lujo, son lugares a las que llegan los narcotraficantes para vestirse bien, para vestir a sus mujeres, para lucirse, se distraen con el lujo y afuera los matan”.
En la zona comercial de Bahía, en el centro de Guayaquil, el dueño de una tienda de gorros dijo que no abre todos sus locales por temor a que le roben o que se le escape un tiro a los maleantes. No es para menos, Ecuador cerró el 2023 con más 7 600 casos de muertes violentas.
Las organizaciones criminales, consideradas ahora como terroristas son las causantes de que el país se desangre. Según el periodista ecuatoriano Cristian Varsallo, las bandas de Los Tiguerones, Los Lobos y Los Choneros son igual de despiadadas: "Tienen un accionar muy parecido, hemos visto escenas terribles de enfrentamientos en las cárceles, como les arrancan el corazón y lo presentan en la mano; cabezas que las patean a manera de jugar futbol”.
En los primeros cuatro días de los sesenta declarados en estado de excepción, los guayaquileños han respaldado con aplausos y otros gestos de aceptación a oficiales y soldados. Les entregan alimentos y bebidas en señal de agradecimiento. En medio de la imponente intervención de las Fuerzas Armadas en calles y casas, los residentes de esta ciudad portuaria anhelan con nostalgia los días en los que Ecuador era considerado un país de paz y no imaginaban que iban a llegar a vivir en una de las urbes más violentas del mundo.
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