Una profunda infiltración de Rusia en los cuerpos de seguridad de Austria, un país miembro de la Unión Europea, ha convulsionado la política austríaca y generado que el gobierno anuncie un endurecimiento de las leyes sobre espionaje.
Viena, un nido de espías durante la Guerra Fría, vuelve a ser escenario de una intriga propia de una novela de John le Carré que destapa la profunda infiltración de Rusia en los cuerpos de seguridad de Austria, un país miembro de la Unión Europea, y en el partido ultraderechista que lidera las encuestas.
Esta trama, que involucra a un exagente del contraespionaje austriaco, a un importante periodista de investigación, una red de agentes rusos y a un austríaco prófugo que orquesta desde Rusia operaciones para el Kremlin, muestra las agresivas acciones rusas en el corazón de Europa.
Un espía de Rusia
El primer personaje es Egisto Ott, un antiguo agente del contraespionaje austríaco BVT, detenido a finales de marzo acusado de entregar información clasificada a Rusia y a Jan Marsalek, un compatriota prófugo en ese país.
Ott recabó durante años información sobre opositores al régimen ruso refugiados en Europa, incluidos exmiembros de los servicios de inteligencia rusos FSB con nuevas identidades, así como de políticos y periodistas.
Pese a que fue suspendido del BVT en 2017, el exagente siguió accediendo a información confidencial sobre movimientos de personas que Moscú quería localizar.
Un prófugo por fraude
El segundo personaje es Marsalek, exnúmero dos del quebrado sistema de pago en línea Wirecard y, desde que se revelara un fraude de 1 900 millones de euros a mediados de 2020, uno de los prófugos más buscado.
Sus huellas se perdieron en junio de 2020, cuando viajó desde Viena a Bielorrusia en un avión privado.
Ahora, además de estar acusado por la gigantesca estafa de Wirecard, Marsalek está señalado por espiar para Rusia, según desveló el semanario alemán Der Spiegel y confirma la investigación en Austria.
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Uno de los objetivos prioritarios de la trama fue Christo Grozev, un periodista de investigación búlgaro que hasta 2023 residía en Viena y que ha sido un dolor de cabeza para el Kremlin.
Un periodista incómodo
Su trabajo en la plataforma de investigación Bellingcat fue clave para identificar a los responsables rusos del derribo en 2014 del avión de pasajeros MH17 sobre el este de Ucrania, con 298 muertos.
Grozev identificó también a los agentes que envenenaron a los opositores rusos Sergei Skipal y Alexei Navalni.
Ott facilitó la dirección de Grozev en Viena y le dio información sobre su seguridad a agentes rusos que en junio de 2022 entraron en casa del periodista y robaron su portátil y una memoria USB.
Además, copias de las memorias de los teléfonos móviles de tres altos cargos de Interior austríaco -sustraídos por unos cómplices de Ott- fueron enviados a Moscú.
Además, Ott ayudó a Marsalek a hacerse con un dispositivo SINA, una de las máquinas criptográficas más avanzadas utilizadas en Occidente, que, según la prensa austríaca, acabó en Rusia o Irán.
La detención en Reino Unido de los espías implicados en el robo a Grozev y la información entregada a Austria por la inteligencia británica MI5 llevaron a la detención de Ott en marzo.
También el superior de Ott en el BVT, Martin Weiss, huido a Dubai, está siendo investigado bajo la sospecha de ser el verdadero interlocutor de Marsalek, quien fue captado por el espionaje ruso ya en 2014.
Grozev, por su parte, abandonó Viena en 2023 rumbo a EEUU al ser informado de que Austria ya no podía garantizar su seguridad y ante la sospecha de que Rusia quería asesinarlo.
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La compleja trama, de la que se conocen casi a diario nuevos detalles, ha convulsionado la política austríaca y la primera reacción del Gobierno, liderado por el conservador Partido Popular, ha sido anunciar un endurecimiento de las leyes sobre espionaje.
La actual legislación austríaca sólo castiga el espionaje contra instituciones nacionales pero no contra entes internacionales u otros intereses extranjeros en Austria, sede de una treintena de organizaciones como la ONU o la OSCE.
Esa laguna legal convirtió Viena tras el fin de la Guerra Fría en un lugar ideal para el espionaje, ya que el grado de impunidad es enorme.
Un dirigente ultra
Otro aspecto es el papel del partido ultraderechista FPÖ, que entre 2017 y 2019 controló el Ministerio del Interior, y que en 2018 firmó un acuerdo de cooperación con Rusia para mejorar el intercambio de información de seguridad.
El FPÖ, que no oculta su admiración por Rusia, lidera la intención de voto para las elecciones generales de septiembre y está encabezado por el entonces ministro del Interior, Herbert Kickl.
Una de las medidas más polémicas de Kickl fue reformar, algunos analistas hablan de "desmantelar", el BVT, que se encargaba de vigilar también a extremistas de derechas en Austria.
Una de las imágenes controvertidas del gobierno formado entonces por conservadores y ultraderechistas, fue el baile de la ministra de Exteriores, Karin Kneissl, con Vladimir Putin en su boda.
Según el semanario vienés Falter, la entonces responsable de la diplomacia austríaca, nombrada por el FPÖ y que hoy vive en Rusia, intentó establecer con la ayuda de Ott un servicio de inteligencia propio en su ministerio.
(Con información de EFE)
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