Las declaraciones realizadas desde la cárcel por el empresario Zamir Villaverde constituyen un eslabón más de una larga cadena que contribuye a, por lo menos, poner en duda la credibilidad del presidente Pedro Castillo.
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Las declaraciones realizadas desde la cárcel por el empresario Zamir Villaverde constituyen un eslabón más de una larga cadena que contribuye a, por lo menos, poner en duda la credibilidad del presidente Pedro Castillo.
No basta que Castillo pronuncie discursos inflamados durante sus giras en regiones. Y si bien es cierto que quien denuncia debe presentar pruebas, hay desde ya algunos hechos que resultan contundentes: la fuga de su secretario general Bruno Pacheco, la de sus sobrinos, los nombramientos revocados en los ministerios, las licitaciones que debieron ser anuladas, etc.
Las denuncias y las sospechas tienen que ver con un vicio de origen: sus actividades en la vivienda de la calle Sarratea, cuya lista de visitantes ofreció entregar. Pero nunca cumplió. Esas reuniones tuvieron lugar desde los primeros días de su mandato, cuando decía que él era un hombre de acción en el terreno y que el Palacio de gobierno debía ser convertido en museo.
Es urgente que la Fiscalía interrogue a Zamir Villaverde y que nos permita conocer la verdad de lo que dice saber respecto a las elecciones del año pasado. ¿Será posible que unidades de la Policía Nacional hayan planeado atentar contra la vida de Villaverde para que su silencio eterno proteja al presidente Castillo? O ¿se trata solo del miembro de una organización criminal que intenta asegurar su libertad recurriendo a graves denuncias que no podrá probar?
Por ahora, lo único seguro es que nuestra democracia se halla bajo amenaza. Y que Castillo se rodeó desde los primeros días en la presidencia de personajes oscuros que contradicen la imagen que ha querido transmitirnos: la de un maestro rural incapaz de robar un centavo “al pueblo”.
Las cosas como son
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