Aún se respira en sus calles el paso de los ancestros, marcando pasos y levantando muros, con la ilusión de ser imperecederos.
La ciudad del Cusco, considerada en la Constitución vigente de 1993 como Capital Histórica del Perú, ha sido excluida del concurso para escoger las siete ciudades maravillosas, promovido por la entidad New7Wonder, con el argumento que como ya en el departamento del Cusco se ha nominado a Machu Picchu como una de las siete maravillas modernas, no podía haber una nueva designación.
Esta actitud de los promotores ha generado un rechazo natural en la población y en sus autoridades, pero a la vez una ratificación en el sentido que “…al margen de cualquier concurso, Cusco será siempre una ciudad maravillosa…”.
Testimonios
Para conocer el impacto que causa a los visitantes nacionales y extranjeros cuando arriban a la urbe, nos introducimos en el libro “Cusco… Testimonios”, editado por la municipalidad provincial en el año 1986, en el cual se consignan expresiones de personajes de diverso linaje y políticos que se dieron a través del tiempo.
Así, el primer mestizo de América, el Inca Garcilaso de la Vega, en un fragmento de éste texto calificó al Cusco como la morada de los dioses.
El español Francisco Pizarro, según cuenta la historia, sucumbió a su esplendor afirmando: “No he visto algo más grandioso en esta parte de la tierra"… y agregó con énfasis “sería como arrancármelos ojos, no ver al Cusco”.
De otro lado, el libertador Simón Bolívar, al llegar a la antigua capital del Imperio de los Incas, en 1825, luego de la Batalla de Ayacucho, manifestó extasiado: “…he visto los monumentos de los Incas que tienen el mérito de la originalidad y un lujo asiático… todo el pueblo del Cusco ( por eso) diré a usted con franqueza que a primera vista me parecen los nietos y conciudadanos de los Incas, los mejores de los peruanos. Creo que en otras provincias no hay la bondad que en ésta ( ciudad) se dá…”.
El fundador del Partido Aprista Peruano y Presidente de la Asamblea Constituyente todavía en 1928, Víctor Raúl Haya de la Torre, señaló: “Cusco transformó a la juventud nacional como me había transformado a mí… Por eso soy ciudadano del Cusco, porque creo que, el hombre nuevo que llevó dentro de mí, apareció en los principios de mi juventud, durante mis largos meses de permanencia en el Cusco…”.
Los líderes políticos peruanos se rindieron ante el embeleso del Cusco. Uno de ellos, Fernando Belaúnde, fundador del partido político Acción Popular y dos veces presidente de la República, repetía “…como siempre a mí me emociona mucho acercarme a la Ciudad Imperial. Todos saben que ella ha sido mi inspiración en toda mi vida política y sigo creyendo que la gran doctrina del Perú es la que emana del pueblo cusqueño…”.
El también político José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Socialista del Perú, precisó en sus escritos que “…la civilización Inkaika, creció en el regazo abrupto de los Andes… el enigma del Tawantinsuyo, no hay que buscarlo en el indio, hay que buscarlo en la piedra… en el Perú, el Cusco, capital del Imperio Inkaiko, perdió sus fueros con la conquista española… (aunque), los primeros gritos de libertad partieron de Tacna, del Cusco, de Trujillo…”
Por otro lado, el escritor andahuaylino José María Arguedas, decía en vida: “…dos elementos, los más importantes para el hombre antiguo americano, hicieron del valle del Cusco, una región predilecta y sagrada: la fecundidad de la tierra y la belleza excepcional del paisaje… , sumergido en el olvido desde los últimos siglos de la Colonia, capital del más sórdido e implacable feudalismo, fue sin embargo y por muchas causas, el centro de las primeras y más populares y feroces sublevaciones, apenas llegaron al Perú, las ideas de la liberación nacional…”.
Del mismo modo, en 1924, el intelectual cusqueño Luis E. Valcárcel aseveró: “…la única ciudad de América en la que conviven las edades y las civilizaciones, con todos sus contrastes, en parte amalgamadas e inconciliables, en mucho, es en la milenaria capital del Tawantinsuyuo, el Cusco…”
Por eso es deber de sus hijos honrarla, no solo con frases melodiosas, sino con cada uno de sus actos, para seguir siendo ejemplo de la gran civilización que la historia nos legó.
Por: Adelayda Letona
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