Este domingo se realiza el tradicional corso primaveral dando punto final a las actividades por el 62° Festival Internacional de la Primavera.
Uno de los recuerdos más entrañables de mi niñez se sitúa en el corso de primavera en Trujillo. La emoción infantil de recorrer las 27 cuadras de la céntrica avenida España, viendo pasar todo el colorido del desfile y la belleza de las reinas, forma parte de aquellas imborrables remembranzas atesoradas en la memoria.
Sin duda, y más allá de las variadas actividades planificadas, el corso se constituye en el evento cumbre dentro de todo el ambiente, pleno de calor humano y alegría desbordante que distingue a la estación de las flores.
Leonel Berrocal Neciosup narra en su libro “Tradiciones y Memorias Trujillanas”, que la iniciativa para concretar el desfile nace del ingeniero Alberto Novoa, quien observó durante uno de sus viajes a los Estados Unidos, el entusiasmo que acompañaba el paso de carros alegóricos en el llamado Día de Acción de Gracias.
Apenas pisó suelo norteño, Alberto Novoa, también integrante del Club de Leones, propuso organizar un evento similar. La idea recibió el respaldo unánime de los socios, designándose a Gladys Barriga Bringas como Reina de la Primavera y planificándose actividades complementarias para recaudar fondos destinados a obras de índole social.
Cuenta Berrocal Neciosup, que los preparativos para aquel lejano primer corso primaveral se realizaron con delicadeza y pasión. La población, enterada del acontecimiento, abarrotó la calle Pizarro y el contorno de la Plaza de Armas, aplaudiendo a rabiar la presentación de los Boys Scouts enarbolando su bosque de banderas de los países de América o el gallardo trote de los caballos de paso con sus briosos chalanes.
Sin embargo, fueron unas guapas damas trujillanas vestidas a la usanza norteamericana quienes acapararon aplausos y miradas. Las beldades, luciendo una atrevida faldita sobre la mitad del muslo, ejecutaban proezas con un bastón convirtiéndose en las predecesoras de las famosas waripoleras que hoy asombran y encantan por doquier.
Han pasado ya 62 años y el Festival de las Flores adquirió renombre y carácter internacional. La ruta ha variado y los espacios para apreciar el evento se alquilan al mejor postor como parte del ingenio criollo-que nos caracteriza-.
Las bastoneras llegan cada año de los Estados Unidos acompañadas de soberanas de distintos países, desfilan gustosas repartiendo besos y sonrisas mientras el respetable mira y admira con los ojos ávidos de más primavera.
Según los especialistas en el tema, el corso de primavera convoca a casi 300 mil espectadores en sus 4 kilómetros de recorrido y su realización, sin duda, representa un impulso decisivo para el turismo trujillano.
Restan pocas horas para el día del desfile. Como cada año, prepararé un gorro y una bebida de al menos litro y medio para combatir el agobiante calor dominguero y me aprestaré para disfrutar de la belleza y el color del corso en Trujillo, la incuestionable Capital de la Eterna Primavera.
Por: Davinton Castillo
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