Sin poder en el juego geopolítico, conscientes de nuestro limitado margen de acción y de nuestra tendencia a dividirnos en los momentos más inoportunos, resulta indispensable hacer un esfuerzo para separar las divisiones políticas de las consideraciones científicas y epidemiológicas.
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En el Perú y en otros países del mundo nos estamos acercando al peor escenario posible en materia de politización y ligereza respecto a las vacunas que compiten en el mercado internacional. La eminencia norteamericana en inmunología, el Dr. Anthony Fauci, declaró que “la mejor vacuna es aquella a la que puedes acceder”. Se refería, claro está, a las vacunas que han sido autorizadas en Estados Unidos y que se vienen distribuyendo aceleradamente en los cincuenta Estados que forman ese país. No cabe duda que el Perú ha negociado con retraso y se ha visto perturbado por haber tenido tres ministros de salud desde que se proclamó hace un año el estado de emergencia sanitaria. Por otra parte, nunca se había producido en menos tiempo vacunas con eficacia confirmada en dos etapas de los ensayos clínicos. A esta realidad general se añade en el Perú la indignación por el uso indebido de vacunas Sinopharm y las declaraciones alarmistas de un Doctor en Biología, que plantea que se suspenda el ensayo clinico de la Universidad Cayetano Heredia. Es en estas circunstancias que ha comenzado la vacunación de nuestros adultos mayores. Por eso, el presidente Sagasti ha exhortado ayer a “analizar la información de manera adecuada, tranquila y racional… en vez de hacer intepretaciones antojadizas, sesgadas, que tratan de usar información para ganar puntos políticamente”. La Unión Europea es el mayor comprador de vacunas del mundo puesto que decidió hacerlo como bloque. Hungría sin embargo rompió el acuerdo y ha comprado vacunas rusas Sputnik que no tiene validación de la Agencia Europea de Medicamentos, EMA. Su directora Christa Wirthumer-Hoche ha puesto en duda la efectividad de esa vacuna y ha afirmado que el gobierno húngaro actúa como quien jugara “a la ruleta rusa”. Sin poder en el juego geopolítico, conscientes de nuestro limitado margen de acción y de nuestra tendencia a dividirnos en los momentos más inoportunos, resulta indispensable hacer un esfuerzo para separar las divisiones políticas de las consideraciones científicas y epidemiológicas.
Desdichadamente, el espectro de la corrupción flota sobre la acción pública y más desde que en diciembre del 2016 estallara el caso Lava Jato. El Comercio ha revelado ayer que la fiscalía suiza envió en septiembre pasado documentación sobre Odebrecht que todavía no ha sido procesada. ¿Tiene alguien interés en que las cosas sigan siendo ocultadas? El Comercio menciona una lista de 139 nombres de funcionarios, políticos, empresarios e intermediarios de la constructora brasileña cuya identidad permanece protegida en los meandros institucionales de la Fiscalía.
En estas circunstancias vale la pena destacar la oportuna aparición de un libro del abogado Juan Jiménez Mayor, Gestión pública y políticas anticorrupción, que se presenta mañana. El ex primer ministro remonta hasta el escritor latino Petronio para marcar su libro con un epígrafe tajante escrito hace dos mil años: “¿Qué pueden las leyes donde solo el dinero reina?”. Jiménez lamenta que nuestros dirigentes se hayan limitado a las buenas cifras del crecimiento descuidando el fortalecimiento de las instituciones. Sostiene que después de la corrupción sistémica de los años noventa se produjo una captura del Estado por parte de redes público-privadas. Jiménez se basa tambien en su experiencia de ex presidente de la Comisión Internacional de lucha contra la corrupción en Honduras, que terminó estrellándose contra los escollos de siempre. Y puesto que hablamos de Honduras, ayer se abrió en Estados Unidos el juicio al narcotraficante hondureño Geovanny Fuentes. ¿Qué dijo la Fiscalía Federal? Pues que el actual presidente hondureño Juan Orlando Hernández es cómplice del narcotráfico, lo que ha contribuido a que su país se haya convertido en un narcoestado. Nada menos.
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