La provincia de Ferreñafe es una de las que mayor fe le profesa a este sagrado madero. Algunos expertos creen que los peruanos creen en ella desde tiempo prehispánicos.
La cruz es indiscutiblemente uno de los símbolos más representativos del catolicismo en el mundo, con mayor fervor en estas fechas de Semana Santa. Para el arqueólogo y director del museo nacional Sicán, Carlos Elera, aquella no solo representa la fe cristiana, sino también, las creencias ancestrales de los peruanos que vieron en ella la posibilidad de aceptar la religión que imponían los españoles conquistadores y seguir rindiendo culto a la tierra y el agua.
“La importancia de la cruz es que existe una armonía de origen andino con la imagen traída durante la colonización española a partir del siglo XVI. Lo cierto es que esta ya existía desde tiempos prehispánicos y refleja un sincretismo andino y cristiano, a través de veneradas cruces que evocan el agua, la agricultura y las huacas”, aseguró Carlos Elera.
El estudioso explicó que cuando los españoles traen la cruz como símbolo del catolicismo, esta fue rápidamente aceptada por los nativos peruanos, debido a que ellos ya veneraban la Constelación del Sur, que tiene precisamente esta forma.
Rescatando costumbres
Hasta ahora, la cruz es una de las imágenes más recurrentes en las festividades religiosas de diversos pueblos del Perú. En Ferreñafe (Lambayeque), casi todos sus distritos y sectores cuentan con una, a la que veneran y sacan en procesión cada año en determinadas fechas.
Sin embargo, en los últimos años el fervor religioso se ha visto mermado por la presencia de otras religiones o porque las cruces han 'dejado de ser' de la comunidad para pasar a ser más familiares.
Con el fin de rescatar esta costumbre, que además es un buen motivo para el turismo religioso, el Museo Nacional Sicán desarrolló “La Fiesta de las Cruces de Ferreñafe”, que logró reunir a 12 cruces procedentes de los distritos de Inkawasi, Pítipo, Pueblo Nuevo, Mesones Muro y Ferreñafe.
Entre las presentes destacó una cruz de corazón de madera de algarrobo: la Cruz de San Jerónimo de Ferreñafe, encontrada en una huaca en 1707, por don Jorge Yampufé Montero, que la convierte, hasta donde se conoce, en la cruz más antigua de la región Lambayeque.
“La cruz era una rama de algarrobo en forma de cruz. El señor Juan Yampufé la descubrió, la cortaron y tallaron. (…) Aproximadamente en 1940, un señor de apellido Capitán llegó a recoger carrizos y se halló con la cruz. En aquel momento le pidió por su salud y lo sanó. Posteriormente otro señor de Pimentel, que estaba desahuciado, le rogó a la cruz y también lo curó. Esta cruz es milagrosa y es más antigua que la de Motupe”, contó Carmen Rosa Padilla Arévalo.
La bendición de las cruces
También llegaron, en hombros de sus feligreses y mayordomos con gran devoción, la Cruz de San Gregorio; Cruz de Bobadilla; Cruz de Fullingo; Cruz Tres de Mayo de La Rama Coloche, ubicada en el Fundo Casa Blanca; Cruz de Loma Partida; Cruz de Pulka; Cruz de Ayamachay; Cruz de Calpón; Cruz de Mayo de Pativilca, Cruz de Mayo de Motupillo, Cruz de Mayo de Mayascón y la Cruz del Higuerón de Pómac.
La Cruz de Gregorio. Lleva el nombre por el fundo donde fue hallada. “El 29 de agosto de 1960 los pobladores empezaron a celebrar a esta cruz, tallada por mi abuelo, quien halló el algarrobo cuando juntaba el fruto de este árbol. Desde hace 59 años la veneramos y la cuidamos entre toda la familia de 60 personas”, narró Marcos Zamora Urpeque.
La Cruz de Ayamachay. Esta cruz nació por iniciativa de los pobladores de esta zona de Inkawasi, quienes tras la reforma agraria, y viendo a sus familiares y vecinos que enfermaban constantemente, decidieron hacer una cruz y ubicarla en la gruta más inaccesible del caserío. Establecieron su fiesta el 19, 20 y 21 de octubre de cada año.
La Cruz de Fullingo. Este madero está ubicado en el mismo distrito de Ferreñafe, en su capilla del sector de Túpac Amaru. “Yo la sigo desde hace 35 años y le tengo mucha fe, porque nos ayuda a estar en unidad entre familiares y vecinos”, señaló Mily Siadén.
La Cruz de Bobadilla. Desde 1950, hecha también de algarrobo de manera natural, esta cruz tiene su fiesta el 30 de septiembre de cada año en el sector del mismo nombre, ubicada a tres kilómetros del distrito de Ferreñafe. Está en manos de la familia Baila Chanamé.
La Cruz de la Loma Partida. Fue rescatada del olvido por un grupo de músicos del centro poblado de Batangrande. “En 1933, mi abuelo tenía su terreno en el sector de Loma Partida y allí le construyeron su nombre. Ahora la veneramos en el sector Cabrera de Mesones Muro”, explicó Beatriz Arsentales Cabrera.
Las cruces de mayo
Teniendo en cuenta que la Constelación del Sur tiene gran relevancia, no es una sino cuatro las cruces que tienen su festividad el 3 de mayo de cada año: Cruz de Calpón, Cruz de Mayo de Pativilca, Cruz de Mayo de Motupillo, Cruz de Mayo de Mayascón.
Estas imágenes, hasta hace algún tiempo, salían en procesión todos los años y se juntaban en el centro poblado de Batangrande. Habiéndose perdido esta tradición, el encuentro en el museo Sicán fue propicio para comprometer a cada mayordomo a retomar el encuentro desde el próximo año y, tras una fructífera reunión, también se acordó que para este año se haría una misa en Batangrande.
“La cruz de Pativilca, Motupillo, Mayascón y la cruz mayor de Calpón se reunían sin importar si el río La Leche estaba bajo o le daba en el cuello a los feligreses, porque era muy importante juntarlas en la época patronal. La primera vez fue en 1936, tras la muerte del patrón Juan Aurich Pastor. Su viuda – impactada por su partida, inició el reencuentro de las cruces y ahora queremos retomar esta tradición, que permitirá impulsar la religiosidad y el turismo”, explicó el sociólogo Juan Cabrejos Mermejo.
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