En este lugar, uno de los más aislados del país, no hay góndolas venecianas, pero tener una barca de madera en la puerta de casa es indispensable.
(EFE/Fernando Gimeno) En Islandia no hay vikingos ni hace frío, al menos no en la Islandia de Perú, un pequeño y humilde poblado en la triple frontera con Colombia y Brasil, que prefiere compararse con Venecia, porque todo está construido sobre las aguas de un gran río de la Amazonía.
A diferencia de su homónimo país del hemisferio norte, Islandia goza de un clima sofocante y caluroso, propio del trópico, y para atraer turistas se hace llamar "la Venecia del trapecio amazónico", ya que permanece inundada la mayor parte del año, explicó su alcalde, Juan Cayetano, a la agencia Efe en una visita al pueblo.
"No encuentro una ciudad flotante similar que esté seis meses en agua y otros seis meses en tierra", comentó Cayetano sobre este peculiar poblado, habitado por 2.300 isleños, como se les denomina a sus habitantes, y creado hace 74 años en una isla del río Yavarí, muy cerca de su desembocadura en el imponente río Amazonas.
Expedición fluvial. En Islandia, capital del distrito de Yavarí, perteneciente a la amazónica región peruana de Loreto, no hay góndolas venecianas, pero tener una barca de madera en la puerta de casa es indispensable para salir a dar un paseo a los alrededores y deleitarse con los exuberantes paisajes de la selva.
A Islandia solo se puede llegar en barco, como en uno de los tantos donde se viaja en hamaca para descansar el día entero que le toma navegar el Amazonas desde Iquitos, la ciudad más grande de la Amazonía peruana, hasta este remoto rincón colindante con Brasil, a a apenas un kilómetro de la ciudad brasileña Benjamin Constant.
Sin embargo, recibe cada vez más turistas de Colombia, ya que está a solo media hora en lancha de la ciudad colombiana de Leticia, donde Islandia se promociona como un destino imperdible donde además avistar bufeos, los famosos y místicos delfines del Amazonas, según Cayetano.
Erigida sobre pilotes. "A Islandia solo le falta un hospital", dice su alcalde, pues ya tiene un mercado, una iglesia, un centro comercial, un hotel, dos escuelas, una comisaría y hasta un polideportivo, todo construido a no menos dos metros sobre tierra firme, y sostenidos en un cúmulo de pilotes, como el resto de las rústicas casas isleñas.
Esa altura se quedó corta hace cinco años, cuando la naturaleza rompió cualquier marca conocida y el nivel del agua creció tanto que los edificios y casas quedaron con al menos medio metro de agua en su interior.
Por eso ahora las nuevas construcciones están más elevadas que las anteriores, como las recientes pasarelas que comunican todas las viviendas y negocios, entre ellos peluquerías y restaurantes, donde la exótica gastronomía amazónica es el punto fuerte.
Triple frontera. A diferencia de la Islandia ártica, en la Islandia amazónica no hay bancos quebrados, porque tampoco hay oficinas bancarias, así que todos los pagos se hacen en efectivo y hasta en tres divisas diferentes, pues se acepta el sol peruano, el peso colombiano y el real brasileño, un ejemplo de integración fronteriza.
"Las relaciones con nuestros hermanos colombianos y brasileños son muy buenas. Hay una relación comercial muy fluida y siempre coordinamos temas de frontera", dijo Cayetano, cuyos vecinos acuden casi a diario a la vecina Benjamin Constant para comprar y vender productos, además de para recibir atención médica especializada.
Aunque las comparaciones resulten forzadas, lo cierto es que Islandia, en su intento por atraer al turismo en una de las zonas más alejadas de la geografía peruana, puede recordar más a Venecia que a cualquier país nórdico, porque en Islandia no hay glaciares, ni géiseres, al menos no en la Islandia amazónica.
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