El Jurado Nacional de Elecciones buscó comprometer a los candidatos a la Alcaldía de Lima. Sin embargo, la ocasión fue aprovechada por algunos candidatos para intercambiar calificativos.
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Nos acercamos a las elecciones municipales y regionales en un ambiente cargado de acusaciones, sospechas e incertidumbres. La Oficina de Control Interno del Ministerio Público ha abierto un proceso de investigación al fiscal José Domingo Pérez, que ha venido jugando un papel crucial en la investigación del caso Lava Jato. Se le reprocha haber afirmado que el actual Fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, no es idóneo para ejercer el cargo.
Por su parte, el vicepresidente de la comisión Lava Jato, el congresista Humberto Morales, afirma que se oculta información para "blindar" a líderes, como Keiko Fujimori, y el propio Fiscal de la Nación. El congresista Salvador Heresi, ministro de Justicia hasta hace poco más de un mes, denuncia que no se haya expulsado a Pedro Pablo Kuczynski, de cuyo partido fue secretario general. Si los encargados de investigar, en el Parlamento o las instituciones judiciales, están sometidos a cuestionamientos, ¿quién podrá inspirarnos confianza para establecer la frontera entre la verdad y la maniobra política de descalificación, entre la senda que nos lleve a reformas y consensos y el germen de la desunión y las descalificaciones recíprocas?
En estas circunstancias, el Jurado Nacional de Elecciones organizó la firma del Pacto Ético Electoral, un instrumento normativo y moral para que se respete no solo la letra de la ley, sino sobre todo su espíritu. El pacto promueve que los electores podamos conocer la trayectoria de los candidatos pero también las ideas que guían su acción pública, sus programas.
Acordar y prevenir
Sin embargo, algunos de los candidatos con mayor intención de voto en Lima han utilizado la ceremonia para denigrar. Daniel Urresti, procesado por el asesinato de un periodista en Huanta, se negó a firmarlo aduciendo que Renzo Reggiardo ha omitido señalar en su hoja de vida una empresa domiciliada en una forma de paraíso fiscal. Reggiardo se defiende diciendo que se trata de una manifestación tardía de la temporada de circo y una “cantinflada” para distraer la atención.
La política es el arte de prevenir para orientar la acción y los recursos públicos a la mejora de las condiciones de vida de la población. ¿Qué pueden pensar de nuestras autoridades las víctimas del feroz incendio de Chorrillos, de la intoxicación alimentaria de San José de Ushua, de los accidentes de circulación que enlutan nuestras familias o de las mujeres que cada día son objeto de violencia y de miedo de circular por nuestras calles?
Respeto a la memoria
En Chile, el presidente Salvador Piñera hizo su primera presentación ante el Congreso. Propuso ahí que todas las fuerzas políticas busquen consensos para promover una segunda Transición que convierta a Chile en el primer país desarrollado de nuestra región. Recordemos que Piñera contribuyó a la caída de la dictadura de Pinochet, al promover el “No” en el referendo de 1988.
No se trata de una refundación, como solía sugerir Michelle Bachelet, sino de un proceso en el que todas las fuerzas democráticas tienen algo que decir y que aportar. El discurso de Piñera se ha visto acompañado por una decisión rápida y contundente: el cese del ministro de Cultura por haber caricaturizado el Museo de la Memoria y Derechos Humanos, a cuya inauguración en 2011 asistió el propio Piñera. El historiador Mauricio Rojas fue militante de extrema izquierda en los setenta, diputado ultrabileral en Suecia en los noventa y ministro de Cultura durante tres días. Quizás haya aprendido que si la crítica permite acercarse a la verdad, la caricatura divide e impide que los que dialogan puedan aprender los unos de los otros.
Las cosas como son
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