La entrada en funciones de Biden no será opacada por la ausencia en la ceremonia oficial de Donald Trump, que deberá enfrentar las consecuencias de algunas de sus irresponsabilidades más notorias.
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Como en otros momentos de la historia reciente, los vientos que soplan en Estados Unidos terminan por registrarse en todas las regiones del planeta. La elección del presidente Joe Biden ha sido recibida, con excepciones como Rusia y Brasil, como el anuncio de una época nueva: una época en la que el diálogo prime sobre la confrontación maniquea, la ciencia sobre los prejuicios, la confianza en el Estado, en la prensa, en los actores económicos y en la diversidad sobre la supremacía de la raza blanca.
Ayer se presentó ante el Senado Yanet Jellen, la primera mujer nombrada ministra de Economía en la historia de su país. Quien fuera directora de la Reserva Federal explicó a los senadores que es tiempo de hacer frente a tres grandes amenazas a la vez: la pandemia que ha causado un desplome del empleo y de la economía, el cambio climático que presagia más desgracias globales y la competencia desleal practicada por China. En circunstancias así, dijo Yellen, “lo inteligente es actuar a lo grande”.
Por ahora, Yellen ha confirmado el lanzamiento de un nuevo plan de rescate de empresas y de ayuda a las víctimas de la caída económica. Más adelante Yellen se propone emprender un ambicioso programa de infraestructura que impulse la competitividad que ha venido perdiendo frente a China.
La entrada en funciones de Biden no será opacada por la ausencia en la ceremonia oficial de Donald Trump, que deberá enfrentar las consecuencias de algunas de sus irresponsabilidades más notorias. Quien fuera su defensor ardiente y líder republicano en el Senado, Mitch McConnel terminó por reconocer ayer que Trump tiene responsabilidad en el asalto al Capitolio. Todo hace pensar que los problemas judiciales perseguirán a Trump durante largo tiempo. Al parecer el rechazo llega ahora hasta su vecindario de Florida, porque los residentes de Mar-a-Lago le han hecho saber que no aprecian su cercanía.
En nuestro país también tenemos que pensar “a lo grande” para hacer frente a lo que amenaza nuestra salud y nuestro bienestar. Hay que pensar a la vez en objetivos diferentes pero que no deben ser opuestos: las medidas restrictivas con fines sanitarios y las medidas que alientan la inversión y la creación de empleo y riqueza. Constituyen una buena noticia las cifras de diciembre publicadas por el Banco Central de Reserva: la importación de bienes de capital ha crecido 9% durante el último mes del año, poniendo fin a diez meses de caída. También ha crecido la importación de insumos, lo que permite confirmar que el potencial productivo resiste y busca la manera de expresarse. El presidente del Banco Central espera que las expectativas empresariales crezcan en enero, después del bajón producido por la brusca derogatoria de la ley de promoción agraria.
Y porque ya hemos entrado al año del Bicentenario, vale la pena destacar un aspecto poco conocido de la lucha por la Independencia: el papel de los montoneros. El historiador Cristóbal Aljovín de Losada les consagra un bello artículo en La República, que comienza con la definición del concepto de “montonero”: un grupo armado “informal”, que a veces combinaba la lucha política con el pillaje. Informales o no, tanto los realistas como los patriotas trataron de incorporarlos a sus ejércitos regulares. Aljovín destaca un documento de 1822, La instrucción de la guerrilla, en el que se explica el uso de trompetas, marchas y tácticas. ¿Quién recuerda hoy los méritos del curaca de Huarochirí, Ignacio Quispe Ninavilca, quien fuera intermediario entre oficiales patriotas y la población originaria de esa provincia de la sierra de Lima, Huarochirí? ¡Nuestro reconocimiento a tantos héroes anónimos de nuestro pasado y de nuestro presente!
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