¿Puede un político faltar a la ética? Claro que sí, pero su comportamiento debe ser señalado y sancionado, porque el llamado a organizar una sociedad más humana no debería zurrarse en aquello que supuestamente vigila.
En 1991, el filósofo Fernando Savater escribió Ética para Amador, un bello libro en el que le explica a su hijo que la Ética es el arte de vivir bien, de elegir lo que nos conviene para tener una vida mejor. El objetivo de la política, señala el autor, es organizar la convivencia social para que los ciudadanos puedan elegir lo que los hace felices sin afectar a los demás. Para que nuestras elecciones, que siempre son libres e individuales, estén de acuerdo con la necesidad de vivir en una sociedad más digna.
¿Puede un político faltar a la ética? Claro que sí, pero su comportamiento debe ser señalado y sancionado, porque el llamado a organizar una sociedad más humana no debería zurrarse en aquello que supuestamente vigila. Pero a nuestros congresistas no les queda claro el concepto. O lo que es peor, han decidido algo tan bizarro como faltar a la ética para supuestamente defenderla. Les explico porque parece un trabalenguas pero no lo es tanto: La comisión de ética del Congreso evalúa el comportamiento de los parlamentarios y decide si han cometido alguna falta. Más allá de que su comportamiento sea ilegal o no, se evalúa si el congresista ha tomado decisiones que van en contra de forjar una sociedad mejor. Si un congresista miente en su hoja de vida, si manosea a una mujer en u avión, si se emborracha y hace un escándalo público, si roba, si insulta a un compañero claramente ha faltado a la Ética y hay que sancionarlo.
El problema es que el espacio que se ha dedicado en el Congreso para evaluar estas acciones ha sido usado, sistemáticamente, para castigar (a veces con razón, a veces sin) a los adversarios políticos, y para ignorar las faltas de los amigos.
¿Cómo se evita eso? La fórmula no era tan complicada: en lugar de tener una comisión formada por una mayoría fujimorista con poder para usar ese espacio como tribuna de venganza, se propuso, desde el comienzo de este gobierno, que la conformara un congresista de cada bancada. Es decir que se creara una especie de tribunal donde nadie tuviera más peso que nadie.
Pero eso ya sabemos que no ha ocurrido. Otra vez, la mayoría fujimorista, apoyada por otras bancadas, perdió la oportunidad de ofrecer un gesto a la población que cambiara esa impresión de que usan el poder que el pueblo les dio en beneficio propio mirando. La Ética por los suelos en nombre de le ética. Tremendo sinsentido.
Cinco bancadas han renunciado a la Comisión como protesta a esta desgastante situación. Mientras tanto, la población mira desde sus casas como a ellos se les exige que se comporten sin afectar el bien de los demás, mientras en el Congreso cada uno hace lo que le da la gana amparado en la inmunidad que le confiere el cargo o apañado por la benevolencia de sus amigotes.
Más que indignación provoca desolación.
Tres para irnos: Fernando Savater publicará en estos días La peor parte, un libro en el que relata lo dura que ha sido su vida después de la muerte de su mujer. Imperdible.
El New York Times publica todos los lunes una columna llamada The Etithist, o el ético, revísela y verá cuán delicadas son a veces las decisiones que tomamos, hasta las más cotidianas. Sale en su edición en inglés. La edición en español acaba de cerrar, triste noticia para sus lectores hispanohablantes.
Finalmente, gracias a todos los que nos han hecho llegar sus condolencias por la muerte de don Manuel Delgado Parker. Un ejemplo de lo que es vivir éticamente, por cierto.
Las cosas como son.
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