La pandemia, en menos de un año, se ha llevado a más de 80 mil peruanas y peruanos[1]. Padres, madres, abuelos, hijos, amigos que ya no están, que murieron por falta de oxígeno, por falta de atención oportuna, porque no tenían dinero –porque en nuestro país la salud es un negocio-, por la indolencia e ineficacia de un Estado secuestrado por lobistas y mafiosos que no es capaz de garantizar los derechos fundamentales de la gente, por una economía boyante para unos pocos pero precaria para las mayorías que no tenían más alternativa que salir a buscarse el pan de cada día a costa de contagiarse.
Recibimos el 2021 con la esperanza de dejar atrás tanto dolor e incertidumbre, pero nuevamente se abarrotan los hospitales, familias claman por una cama UCI disponible, llega una nueva cepa que, aunque es menos letal, es más contagiosa. La única noticia alentadora en medio de este deplorable panorama es la contratación de los primeros lotes de vacunas que llegarían este mes.
Hoy más que nunca, necesitamos sumar fuerzas desde los diversos sectores del país para superar esta nueva prueba, juntos, sin dejar a nadie atrás. No permitamos que, una vez más, los más vulnerables carguen los mayores costos de la crisis. Para empezar, necesitamos vacunarnos contra la desinformación que genera desconcierto y acciones riesgosas. No solo la información que provee el Estado es insuficiente y a veces contradictoria, sino que proliferan cada vez más charlatanes irresponsables recetando “tratamientos” o generando desconfianza hacia la vacunación. Haber establecido medidas diferenciadas por territorios según niveles de riesgo en base a criterios explícitos es un paso hacia adelante, pero no basta con difundir las restricciones de movilización, es necesario desplegar una campaña de sensibilización más amplia –involucrando a medios de comunicación y gobiernos locales- para explicar cómo protegerse en las diversas circunstancias cotidianas que encaran los ciudadanos y explicar la importancia de la vacunación y sus efectos. También es necesario que se den mensajes claros y sustentados en rigurosa data científica al propio personal de salud sobre los diversos tipos de tratamiento para cada etapa del contagio.
En segundo lugar, es necesario asegurar un trato digno al personal de salud que está agotado y reclama por remuneraciones y bonos pendientes. Es necesario establecer un espacio de diálogo permanente con sus representantes para canalizar de manera fluida sus demandas y propuestas.
En tercer lugar, es fundamental restablecer y fortalecer el primer nivel de atención –incluyendo los centros de oxigenación temporal- que fue abandonado en la primera etapa de la pandemia y que sigue subutilizado. Solo así podremos monitorear más cercanamente la situación de los contagios y frenar su propagación. Para ello es fundamental la articulación con los gobiernos locales y las organizaciones de base.
En cuarto lugar, es fundamental planificar la vacunación asegurando que la vacuna sea distribuida de manera gratuita y universal, con criterios epidemiológicos y humanitarios claramente trazados desde el Estado. No permitamos que la vacuna se convierta en un negocio más. No se puede vacunar primero a quien más plata tiene, sino a quien más urgentemente la necesita.
Finalmente, es necesario dar un apoyo decidido a las ollas comunes y otorgar un tercer y cuarto bono a las familias más vulnerables –priorizando los territorios de alto riesgo- para que puedan quedarse en casa lo más posible y se alimenten adecuadamente. Esto contribuirá, además, a dinamizar la demanda y, por lo tanto, a reactivar la economía del país.
Estas son algunas de las medidas que deben ser implementadas desde ya y que nos comprometemos a reforzar desde Juntos por el Perú porque solo juntos podemos salir de la crisis y construir un Perú con salud para todas y todos.
[1] Al 15 de enero, el Sistema nacional de defunciones registraba 83917 defunciones diagnosticadas con Covid-19.
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