Un cuarto de siglo de paz con Ecuador, por Fernando Carvallo [COLUMNA]

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Como suele suceder con las conquistas humanas, el tiempo pasa, las generaciones se renuevan y los ciudadanos no llegan a imaginar lo mucho que han costado los beneficios de que gozan hoy. Ese es claramente el caso del buen nivel de nuestras relaciones con Ecuador.

Las fricciones entre Perú y Ecuador existieron desde las guerras de Independencia. Cuando San Martín desembarcó en Guayaquil en 1822, quedó sorprendido al constatar que Simón Bolívar había anexado Guayaquil a la Gran Colombia, sin siquiera consultar a la población concernida. La anexión causó la protesta del poeta guayaquileño Joaquín Olmedo, quien optó por emigrar al Perú donde fue elegido diputado por Puno. Desde entonces hasta la década de 1990, ningún presidente peruano había visitado Quito. 

Pese a todo, tuvimos una nueva guerra en 1995, que felizmente dio lugar a las negociaciones que desembocaron en la firma de un Acuerdo de Paz, un día como hoy hace 25 años. Para conmemorar ese cuarto de siglo de paz, el presidente Guillermo Lasso se halla en Lima. 

Los historiadores seguirán analizando las causas y las consecuencias de los sucesivos enfrentamientos militares, así como las concesiones que hubo que hacer para alcanzar un acuerdo. Pero tenemos indicadores suficientes de que la hostilidad de casi dos siglos era en gran parte promovida sin que correspondiese a un sentimiento real de las poblaciones civiles. Así lo prueba, por ejemplo, la elevada tasa de matrimonios mixtos, los intercambios musicales y la influencia culinaria. 

Hace pocos días, la Policía Nacional y la Marina de Guerra, gracias a la colaboración de las autoridades de Quito, han podido detener dos embarcaciones ecuatorianas que transportaban hacia el norte más de 3 toneladas de cocaína. Para gozar de las cosas buenas y enfrentar con eficacia las malas, no hay nada mejor que un buen entendimiento con los vecinos.

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