A fines de mayo del 2021, la organización Fondo para la Paz (The Fund for Peace en inglés), publicó su Índice anual de Estados frágiles. Este ranking evalúa la vulnerabilidad al conflicto y colapso de 179 países en el mundo. La investigación aborda tres categorías de análisis, la primera vinculada con las presiones normales que experimentan todos los Estados, la segunda; cuando estas presiones superan la capacidad estatal para manejarlas, y la tercera, brinda una herramienta para la evaluación del riesgo político y alerta sobre potenciales conflictos.
De acuerdo con la investigación, el Estado más estable a nivel global es Finlandia con un puntaje de 16.2, mientras que el último puesto lo ocupa Yemen con 111.7. Nuestro país con una valoración de 71.4 se ubica en la posición 85. En relación con su fragilidad, The Fund for Peace lo califica como de “alerta elevada”.
Pero tal vez el hallazgo más sustantivo se centra en los diez Estados que han tenido el mayor incremento en su nivel de inestabilidad durante el 2020. Estos son Estados Unidos (+6.3), Armenia (+5.6), España (+4.4), Etiopía (+4.4), Rumania (+4.3), Líbano (+4.3), Argentina (+4.0), Bélgica (+3.9), Azerbaiyán y Perú (+3.8). Nuestro país ha tenido una evolución profundamente negativa en varios indicadores, destacó por su envergadura la insatisfacción de los grupos que componen una sociedad. Sobre este aspecto, el Perú pasó de 7.0 en el año 2006 a 8.6 en el 2020, uno de los peores desempeños en América Latina.
Este indicador es sumamente relevante dado que se enfoca en las divisiones o cismas existentes entre integrantes de una colectividad. Sobre este punto, el nivel de polarización alcanzado debe encender todas las alarmas. Otro indicador que se está deteriorando peligrosamente es la legitimidad del Estado, vale decir la confianza de la población con sus instituciones y procesos estatales, que en el 2006 era de 6.8 y el año pasado se ubicó en 7.2.
Otro estudio corrobora la gravedad del proceso de descomposición institucional que sufre el país. En febrero del 2021, la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist (EIU por sus siglas en inglés), presentó el índice de democracia que incluye a 165 Estados miembros de Naciones Unidas. Según el Democracy Index, Noruega es la democracia más plena del orbe, con un puntaje de 9.81 sobre 10, mientras que el último país en el ranking es el régimen autoritario de Corea del Norte, con apenas 1.08.
El Perú, con un puntaje de 6.53, es calificado como una “democracia defectuosa” por EIU. Del mismo modo se ubica en la posición 57 a nivel global. En América Latina está en el casillero 11 de 24 países. No obstante, en el indicador específico “funcionamiento del gobierno”, nuestro país muestra su desempeño más bajo con apenas 5.36. En este aspecto somos superados por Uruguay, Chile, Costa Rica, Panamá, Trinidad, Jamaica, Colombia, Surinam, México y Paraguay.
En esta línea de análisis, las investigaciones previamente mencionadas y diferentes estudios internacionales no hacen más que confirmar la gravedad del deterioro institucional peruano. Los resultados que ha dejado la pandemia y los últimos sucesos a nivel gubernamental no dejan dudas sobre esto.
En este contexto asume la nueva presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez. Hereda una gestión que puede calificarse de improvisada, desordenada y contradictoria. El reto es de envergadura. Por un lado, debe tener una gran muñeca política para neutralizar las pulsiones tanáticas de la coalición vacadora. Por otro, debe hilar fino con un sector del oficialismo que busca desestabilizarla al mínimo error ¿Por dónde comenzar? Probablemente por el punto más flaco de la anterior administración, la calidad y la idoneidad de los nombramientos. Si la nueva Premier logra atraer a los mejores cuadros de la izquierda, tendrá una mejor chance para llevar a buen puerto al gobierno. Pero lo más importante, contribuirá de manera significativa a apaciguar el deterioro institucional peruano, tendencia que hoy parece irreversible.
Comparte esta noticia