Escrito por Santiago Bedoya
El regreso a la bicameralidad ha sido un punto de debate continuo en la arena política peruana desde el año 2018, cuando resurgió como un punto de agenda relevante gracias a las iniciativas de reforma política entonces pregonadas por Martín Vizcarra. Como es de conocimiento público, pese a que Vizcarra planteó la reintroducción de una cámara alta, una serie de desacuerdos técnicos/políticos con el proyecto de reforma constitucional formulada por la Comisión de Constitución del legislativo llevaron a que el ejecutivo rechazase el proyecto bicameral.
Dicho rechazo llevaría a una campaña abierta en contra de la bicameralidad propuesta por dicha comisión, en aquel entonces presidida por la excongresista fujimorista Rosa María Bartra. Este episodio culminaría con el referéndum constitucional de octubre del 2018, donde el electorado peruano respaldaría la posición del Ejecutivo, votando en contra de un regreso a la bicameralidad. Sin embargo, la naturaleza de este rechazo supone un fenómeno particularmente interesante, en especial cuando se toma en consideración que líderes de opinión de distinta ideología, apoyan de forma relativamente consistente una segunda cámara, que interpretan que produciría una mejora en la calidad de representación política de los peruanos.
En términos generales, se puede identificar que el electorado de nuestro país no desea un mayor número de representantes (la encuesta de IPSOS muestra que la opción de quedarnos con 130 representantes supera por 20 puntos la propuesta del Legislativo, tener dos cámaras, una de 130 de diputados y otra de 60 senadores). Como se puede apreciar, un 52% de los peruanos opta por conservar el modelo unicameral presente desde 1992, versus un 31% que apoya el regreso a la bicameralidad. Estas cifras se ven acompañadas por un 17% del electorado que todavía no tienen una posición definida en torno a la propuesta. Estos resultados son adicionalmente interesantes al tomar en cuenta sus variaciones entre Lima Metropolitana y el interior. En Lima, el rechazo a la bicameralidad se encuentra en un 59% versus una aprobación del 34%, mientras que en el interior un 49% se opone un 29% la apoya.
Hemos encontrado evidencia (según focus groups a nivel nacional) que el descontento es por la calidad de la representación política y esto no necesariamente cambiaría ampliando el número de representantes políticos. Gracias tanto a dicho deseo como las narrativas políticas y mediáticas que surgieron en torno al proyecto reformista de Vizcarra, se puede establecer un claro nexo entre el rechazo sufrido por la bicameralidad y el rechazo existente hacia “la clase política”.
Como se puede apreciar, un 52% de los peruanos opta por conservar el modelo unicameral presente desde 1992, versus un 31% que apoya el regreso a la bicameralidad. Estas cifras se ven acompañadas por un 17% del electorado que todavía no tienen una posición definida en torno a la propuesta. Estos resultados son adicionalmente interesantes al tomar en cuenta sus variaciones entre Lima Metropolitana y el interior. En Lima, el rechazo a la bicameralidad se encuentra en un 59% versus una aprobación del 34%, mientras que en el interior un 49% se opone un 29% la apoya. El punto de interés, sin embargo, se encuentra en el 22% de peruanos en el interior cuya posición en torno al tema no se ha visto definida.
Es aquí donde se puede identificar uno de los principales factores en contra al regreso de la cámara alta - un alto grado de apatía hacia la reforma. Tras la crisis de la COVID-19 y el desgobierno de la presidencia de Pedro Castillo, es posible decir que los intereses y preocupaciones del electorado son de naturaleza material, y no existe una percepción de urgencia en torno a un tema el cual, para grandes sectores del país, se vio zanjado tras el referéndum de 2018. Mientras no exista presión orgánica y natural a favor de tales reformas en la ciudadanía, su regreso como puntos de agenda “mainstream” en nuestro discurso político es poco probable, tal y como se pudo observar con el fracaso de la medida planteada por el legislativo durante las últimas semanas. Inclusive de llevarse este tema a través de un referéndum, tiene un camino cuesta arriba que podría enterrar la iniciativa por varios años más.
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