Existe una clara correlación entre el liderazgo y la influencia. Es decir, un líder logra influir en su equipo y su entorno de manera positiva o negativa, según sea el caso.
De lo que pocos hablamos es de la influencia que ejercen algunas personas en nuestra vida. Esas que sin saberlo nos tocan el alma. Tuve el honor de ser parte del lanzamiento del libro: Historias de mi memoria, de Inés Romero, una mujer a quien tuve el placer de cruzarme en la vida y que, desde la coherencia, la simplicidad y la calidez de su sonrisa, ha influido y contribuido en mi vida enormemente y han inspirado este artículo.
Inés es una mujer de 70 años, esposa, madre de cinco hijos, abuela (obviamente perdí la cuenta de cuántos nietos), trabajadora (dueña de un taller de costura en donde tengo el gusto de atenderme) y amante de la lectura, pero por sobre todas las cosas, es una mujer noble, acertada y asertiva. De esas personas que tienen la palabra correcta en el momento preciso.
Tengo grabados en el alma dos momentos con ella que marcaron mi vida y que quisiera compartir.
Hace unos años, sufrí una profunda decepción. Haciéndome las últimas pruebas de un vestido en su taller, compartí mi pesar por lo ocurrido. Inés me escuchó, me miró amablemente y me dijo: ¿Por qué te sorprendes tanto, si ella es así con otras personas? ¿Por qué tendría que ser diferente contigo? Ella nunca te lo ocultó, tú te equivocaste al esperar algo que no te puede dar. La claridad y la firmeza de sus palabras dichas desde el cariño, me permitieron avanzar y evolucionar con ese tema.
El segundo momento, que inspira este artículo, ocurrió la semana pasada cuando al llegar a casa encontré un sobre con mi nombre. En el interior había un libro firmado por ella. Reviso el texto y era su libro. A ella, como a muchos de nosotros, esta pandemia la obligó a alejarse de sus rutinas sociales, de sus cinco hijos, sus incontables nietos y de su trabajo. Esta mujer fue tan sabía que encontró su nuevo propósito: contar su historia.
Cuántos, de nosotros, con la mitad de los años, nos derrumbamos porque estamos trabajando mucho, porque nos han reducido el sueldo, porque perdimos el trabajo, porque estamos aburridos, porque tenemos miedo, porque la situación está difícil.
No se trata de negar la evidente dificultad de la coyuntura actual. Hemos danzado entre COVID-19, disturbios e inestabilidad todo el año. El problema no es el contexto; el problema es que le dimos a esta crisis el poder de sacar lo peor de nosotros, cerrándonos la posibilidad de construir y crear.
Escuchar a su familia y amigos hablar sobre lo mucho que esta mujer había impactado en sus vidas y la sorpresa que representó este libro me permitió poner en valor el poder que ella le dio a la pandemia. Conectó desde el amor para dejar un legado con un libro sobre la historia familiar que quedará para siempre en sus próximas generaciones y que, seguramente, uno de sus hijos o nietos decidirá continuar.
Su historia me hizo preguntarme: ¿qué poder le he dado a la pandemia en mi vida? ¿El poder de fortalecer o dividir a mi familia y a mi equipo? ¿El poder de ser una mejor o una peor persona?
Hace unos días vi un meme que decía que este año lo iban a quitar del calendario para que no exista. ¿Acaso no queremos aprender nada? No neguemos el dolor que este año está dejando. Aprendamos de esto para que el próximo año nos permita ser mejores.
El año se acaba, la vida continua y la COVID-19 y la inestabilidad política van a tener más tiempo del que esperábamos entre nosotros. No podemos permitirles a estas dificultades que nos definan como seres humanos. Aprovecha este último mes del año para decirle a los tuyos cuánto los amas. Agradécele a tu equipo por el esfuerzo que han puesto. Comprométete con ellos y contigo en que este 2021 tu serás mejor (no que el año será mejor), porque, citando a Gandhi, “Tu debes ser el cambio que quieres ver en el mundo” .
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