En el 2021, la ciudad de Venecia cumple 1600 años de fundación, aunque, como suele suceder con las ciudades, su territorio, que consta de 119 islas dentro de una amplia laguna, fue ocupado con anterioridad por algunos vénetos dedicados a la pesca y a la producción de sal. Según la tradición, fue en el año 421, hacia el final del Imperio Romano de Occidente, cuando la población local terminó confinada en las islas de la laguna veneciana, escapando de la invasión de pueblos germánicos como los ostrogodos y los lombardos.
El confinamiento en las islas permitió que Venecia pudiera defenderse de sus enemigos y esa ventaja se convirtió rapidamente en una fortaleza desde el punto de vista militar. Nació así una ciudad estado, La Serenissima Repubblica, que entre los siglos VII y XVIII reinó en el Mediterráneo, hasta que fue conquistada por Napoleón, pasando después a ser parte del Imperio Austriaco y luego del Reino de Italia, y ahora parte de la República Italiana.
Las circunstancias particularmente adversas para construir una ciudad se convirtieron con el tiempo en su mayor virtud. Lo que parecía imposible se fue consolidando hasta convertirse en arte, como suele suceder siempre cuando la arquitectura se adapta adecuadamente a un lugar, descubriendo aquello que los latinos llaman el genius loci, es decir, el encuentro mágico con la divinidad que gobierna el espacio.
Mucho arte se ha generado en Venecia, sea en la pintura, la escultura, la música o la arquitectura, y me atrevería a decir que también en urbanismo, disciplina que siempre vemos como una ciencia, pero que también es un arte. El solo hecho de intercambiar vías por canales hace que la experiencia sea algo distinto, con una arquitectura que parece flotar como si de un barco se tratase.
También los espacios urbanos en tierra son bastante sui generis, y encontramos en ellos que los límites entre arquitectura y urbanismo son débiles y, en muchos casos, inexistentes. Aquí, si los espacios abiertos son muy grandes —lo que no ocurre mucho—, se les llama piazza, como es el caso de la más célebre, la de San Marcos. Hay otros espacios de tamaño mediano, llamados campo, y si son pequeños se les llama campiello. Las pequeñas callejuelas son vías, y si la vía acompaña a un canal, es una fondamenta, una suerte de pequeño malecón a la vera del mismo. Se trata por cierto de un urbanismo único donde tierra y agua se juntan dentro de un mismo espacio público, el mismo en donde pequeños puentes en forma de arco —para permitir el paso de las embarcaciones— sortean los muchos canales de una trama, que es más bien una intrincada madeja.
La magia de Venecia tiene que ver con otras muchas cosas. Dependiendo de donde se la mire, es la ciudad de Marco Polo, un punto de encuentro entre Oriente y Occidente, como lo denota su arquitectura, donde es tan difícil distinguir estilos. Es asimismo fuente de iluminación para teóricos como John Ruskin, quien halló en los monumentos venecianos lo esencial de la arquitectura para plantear sus Siete lámparas de la arquitectura, donde enfatizó en la belleza de la verdad constructiva. Venecia es también la ciudad de Giacomo Casanova, que nos seduce con su encanto y romanticismo.
Históricamente hablando, Venecia ha sido permanentemente amenazada, desde los bárbaros que la obligaron a vivir confinada y los varios enemigos que tuvo a lo largo del tiempo. Nadie consiguió destruirla. Las actuales amenazas pasan por el cambio climático y el crecimiento de un aqua alta que podría sumergirla definitivamente, y también por la sobreexplotación turística, que en el año 2019 registró cerca de setenta mil turistas diarios. Otro problema que espera solución es contrarrestar el éxodo de la población residente, que, debido a la incidencia del turismo y el elevado costo de vida, se ha reducido a casi un tercio de la que tenía hace cincuenta años.
Esperemos que Venecia pueda sortear las amenazas actuales y que se mantenga por siempre con la belleza de una ciudad aparentemente imposible, que estará allí mientras las piedras con las que está hecha sigan mojándose con el agua de la laguna y una góndola se siga meciendo con una batiente.
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