Más allá de la fachada

La reciente entrega de la obra de recuperación y puesta en valor del Hospicio Bartolomé Manrique, en la Plaza Francia, debe ser la intervención más importante realizada en el Centro Histórico de Lima desde la recuperación de la manzana del Rastro de San Francisco, que es el mejor ejemplo de cómo rehabilitar el patrimonio y al mismo tiempo atender la vivienda social, involucrando a la población y mejorando sustantivamente sus niveles de vida. En el caso del Hospicio, se trata de una intervención compleja que involucra diversas actuaciones que van desde la restauración hasta la obra nueva en el viejo inmueble que proyectara el arquitecto suizo Michele Trefogli (1838-1928) por encargo del señor Bartolomé Manrique para alojar a mujeres desposeídas y una escuela de niñas pobres en 1866.

El Hospicio Manrique es una de las pocas obras neoclásicas que se realizaron en el Perú. Como bien señala Ramón Gutiérrez, el neoclásico se desarrolló muy poco en nuestro país, debido a la permanencia del barroco hasta bien entrado el siglo XIX. Los pocos edificios hechos dentro de esta impronta de regreso a la antigüedad clásica serán obras vinculadas a arquitectos foráneos, como el caso de Trefogli, formado en la Accademia delle Belle Arti di Brera en Italia y que llegaría al Perú para ocupar el puesto de arquitecto del Estado.

La propuesta de Trefogli para el Hospicio constó de dos partes. La primera es un edificio de dos plantas con frente hacia la Plaza de la Recoleta (hoy Plaza Francia) coronado por un frontón. En la parte baja ubicó una galería o loggia con columnas pareadas de orden dórico que anteceden a unas tiendas y al ingreso principal. En la parte superior se ubicaron unos ambientes dedicados a la escuela de niñas. La segunda parte, de un solo piso, consistía en unas viviendas en hilera de tres habitaciones, organizadas en torno a una circulación, de manera similar a los callejones limeños.

Estas dos partes del edificio –que tiene declaración de monumento desde 1973– han sido seguramente la base para el proyecto de intervención, donde con muy buen criterio se han decidido por restaurar la primera parte, que es más valiosa y que se hallaba en mejor estado, y demoler la parte posterior, de menor valor y en mal estado de conservación. En este sector demolido se ha construido una edificación nueva, destinada a oficinas administrativas de la Municipalidad de Lima, que tendrán frente a la Avenida Garcilaso de la Vega (Wilson). Una obra contemporánea que, sin embargo, se alinea volumétricamente con el sector restaurado y que consolida muy bien, espacialmente, el patio interior del monumento.

Para la parte del inmueble restaurado, se tiene previsto utilizar la primera planta para administración de la Beneficencia de Lima, y ubicar la Pinacoteca Ignacio Merino en la segunda planta. No está mal pensar en usos mixtos para el destino del inmueble, pero creo que tal vez la Pinacoteca podría haber estado en el Museo Metropolitano, donde alguna vez se propuso ubicar. Es importante que estas obras de arte puedan estar en un solo lugar y no dispersas por las oficinas municipales y que este lugar garantice el acceso público y cuente con las condiciones de seguridad necesarias.

Por otro lado, como se ha señalado en la información, este logro de la MML se ha conseguido a través de una buena gestión de EMILIMA y la buena disposición de la Beneficencia Pública de Lima, propietaria del inmueble. Creo que es también muy importante que esta exitosa experiencia se pudiera aplicar en la recuperación de otros inmuebles del Centro Histórico de Lima donde estos usos mixtos incluyan la recuperación de las viviendas que alojan. Entonces, tal vez se pueda encontrar un buen modelo de gestión para la recuperación integral del patrimonio, que deberá considerar siempre los aspectos culturales sin descuidar los aspectos sociales. Por lo pronto, haber recuperado un monumento más allá de la fachada es un avance importante.