* Esta es una versión editada del artículo original que generó algo de molestia. Mejorada por el diálogo. Lo cual, si genera cambio, estaría muy bien.
Este gabinete tiene algo en común con otros gabinetes. Varios de sus miembros vienen directa o indirectamente de algún centro de investigación. Ricardo Cuenca acaba de salir de la dirección del IEP. Reemplaza a un ex director de GRADE. Waldo Mendoza entra al gobierno de la PUCP. Violeta Bermúdez y Silvana Vargas también son de la PUCP. Eduardo Vega Luna es de la Antonio Ruiz de Montoya. Solángel Fernandez es profesora de USIL. Nuria Esparch ha tenido un paso por GRADE y Apoyo. José Luis Chicoma viene de un think tank mexicano, Ethos. Ferderico Tenorio era director ejecutivo del Centro Ecuménico de Promoción y Acción Social (Cedepas Norte), una suerte de think and do tank. Silvia Loli tuvo pasos por IPRODES.
El Presidente Francisco Sagasti es fundador de GRADE y del FORO Nacional Internacional.
Ha sido igual en gobiernos pasados. El gabinete de Zavala contaba con varios ex thinktankers. El gabinete Araoz, también. Los gabinetes bajo la presidencia de Vizcarra, igual.
Los think tanks o centros investigación en políticas públicas son una cantera privilegiada para alcanzar un ministerio - viceministerio, gabinete de asesores o directorio de algún organismo público.
Pero pocos empresarios interesados en participar en o en influir la política han visto esa oportunidad. Prefieren, en cambio, gastar millones en campañas mediáticas a favor de uno u otro candidato, lobbies, involucrarse en acuerdos bajo la mesa en espera de favores políticos, o pelearla, cuando a veces ya es muy tarde, para meter a sus preferidos en un gabinete o viceministerio.
Lo que gastan en responsabilidad social corporativa, iniciativas, campañas o foros con más valor mediático que intelectual, es significativamente más de lo que tendrían que invertir en centros de investigación en política publica; y mucho menos efectivo para lograr cambios reales y sostenibles.
Este no es un llamado a que los mismos think tanks de siempre vean sus cofres abarrotarse de dinero. Aunque no estaría mal que el sector privado les preste más atención.
Tampoco quiero sugerir que los investigadores y thinktankers que acaban en algún ministerio estén “a la venta”. Pero no es descabellado esperar una mejor relación como consecuencia del apoyo a su trabajo.
Es una invitación a crear y financiar nuevas instituciones que rompan con el consenso intelectual actual e inyecte un poco más de pluralidad al debate publico.
Pienso mientras escribo…
Si hace 10 años César Acuña hubiese invertido en la creación de un centro de investigación en políticas públicas en la Universidad César Vallejo no tengo duda que hoy bien podría haber colocado a más de un ministro o ministra en algún gabinete.
Además, hoy, su partido y su campaña tendrían argumentos de política basados en evidencia, una red de posibles asesores y expertos a quienes acudir en caso pudiesen formar un gobierno y, hasta, mayor aprobación entre los sectores tecnocráticos que hoy lo ningunean.
Me atrevería decir que Trujillo y la región serían muy distintos hoy. Bien gestionado, un fondo basal razonable, hubiese puesto a la UCV y su ciudad en el mapa académico nacional e internacional.
Si Salomón Lerner y otros hubiesen invertido en Otra Mirada para que se gradúe de un espacio de debate y promoción de opinión a un espacio de investigación, hoy, la izquierda bien podría tener una posición asegurada en cualquier gabinete.
Si la CONFIEP hubiese tratado al IPE más seriamente hoy sería un peso pesado del debate sobre política pública – reconocido a lo largo de todo el espectro ideológico. Y su imagen no recaería sobre los hombros de su director de turno.
Si Gloria invertía en un centro enfocado en desarrollo regional hoy Arequipa sería el Medellín de Perú – que nada tiene que envidiarle a la capital.
Breca y otros grupos y fundaciones peruanas han gastado no pocos recursos en innovación y emprendimientos sociales que, en mi opinión, tienen poca capacidad de escalar – ciertamente no como el poder que tiene la política pública de llegar a todos.
En su mayoría, las acciones que el sector privado toma, muchas veces con buenas intenciones, se limitan a responder a lo urgente o novedoso, pero no llega a calar en cambios sistémicos.
Aún aquellos que optaron por canales poco altruistas podrían haberse beneficiado de un camino alternativo. Por ejemplo, los miembros del Club de la Construcción podrían haber financiado un centro enfocado en el sector infraestructura y hoy tendrían un MTC o un MVCS eficiente y dinámico, capaz de movilizar muchos más recursos que los pudieron aprovecharse con adendas y sobrecostos.
No se trata de fomentar la creación de fake think tanks, tampoco. Esta es una práctica, lamentablemente, común en algunas partes del mundo.
Se trata de entender que, si queremos mayor estabilidad económica, menos sustos en el manejo fiscal, un mercado interno cada vez más grande, estabilidad social y política, equidad e inclusión, etcétera, tenemos que invertir en ideas nuevas y robustas y en una clase intelectual y técnica que informe el diseño y la implementación de políticas publicas – sea quien sea el gobernante de turno- y facilite lis cambios sistémicos que necesitamos.
Los recursos que hoy se usan de otras formas son suficientes para atraer a investigadores de primer nivel -nacional o internacional-, formar nuevas generaciones de investigadores e investigadoras, movilizar recursos adicionales de fondos públicos o de fundaciones internacionales, y desarrollar un modelo institucional sostenible.
Pero, hay que empezar en algún momento. Ahora es un buen momento.
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