Vivimos rápido. Todo es para ayer. Generalmente, vamos a mil por hora de una cosa a otra sin tiempo para reflexionar. En un contexto así, es muy fácil estar ocupado todo el tiempo y sentirnos frecuentemente sobrepasados por lo que tenemos al frente.
Vivir apresuradamente nos empuja a hacer las cosas siempre de la misma forma y a tomar muchas decisiones sin reflexionar, porque el tiempo comúnmente se nos va apagando incendios o respondiendo a lo que va viniendo, sin una estrategia, en constante estado de alerta y estrés.
Una vida acelerada provoca que tengamos muy pocos espacios para pensar en lo que queremos priorizar o en lo que nos hace felices, ni para reconocer emociones o elegir deliberadamente lo que haremos luego. Dejamos de prestar atención y profundizar, y perdemos presencia.
¿Te has preguntado alguna vez si vives conscientemente o solo actúas por inercia? ¿Has pensado si tus objetivos están basados en quien eres o, si están condicionados por creencias o comportamientos que nuestra cultura, los medios de comunicación o las redes sociales han establecido como la forma «correcta» de funcionar en el mundo o de alcanzar el éxito?
Lo cierto es que si no sabes por qué quieres alcanzar una meta, ni la razón por la que luchas por ella, entonces no será «suficiente» y la felicidad al alcanzarla será pasajera. ¿Y entonces? Solo te quedará seguir escalando.
¿No valdría la pena analizar si las metas que te has fijado son algo que realmente tú quieres lograr?
He aprendido que este ejercicio es fundamental porque necesitas tener claro cuál es el combustible que te va a mantener en circulación y te va a ayudar a enfrentar los desafíos que se te presenten. Y no debes dar por sentada la respuesta, porque siempre es posible que tus objetivos estén influenciados por factores externos o que estés viviendo las ilusiones de alguien más. O, que, tal vez, la razón por la que lo haces es para probar a otros que que están equivocados sobre ti y demostrarles que sí puedes.
No es la vía fácil ni cómoda porque implica salir de la inercia y cuestionarte, pero es indispensable, pues la consecuencia de no tener una relación sana y cercana contigo mismo es el vacío.
Haz que la conciencia de quien eres estimule todo lo que haces y te sentirás feliz.
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