Vivimos rápido, y tratando de mantener el ritmo acelerado de la carrera vamos de una cosa a otra sin advertir si lo que estamos haciendo es, en verdad, lo que queremos priorizar.
En un contexto en el que no tenemos mucho tiempo para reflexionar, es fácil convertirnos en un espejo del comportamiento de los demás influenciados por la sociedad, por nuestros amigos, por nuestros padres o por nuestros líderes en el trabajo. Vernos reflejados en los otros es una forma de validación y muchas veces pensamos que si estamos actuando igual que los demás lo estamos haciendo bien; pero, puede que no sea así.
La necesidad de aceptación es un instinto del ser humano pues todos necesitamos pertenecer, pero esto se convierte en un gran desafío en un entorno en el que «el parecer» es cada vez más importante, pues difícilmente se logra tener el estilo de vida considerado como «ideal» por la sociedad elevando el nivel de frustración de las personas. Y, lo cierto es que resulta imposible ser aceptados por todo el mundo, pero además es innecesario.
No obstante, nos hemos acostumbrado a asociar la obtención de resultados al éxito, y muchas veces sacrificamos lo que en realidad nos hace felices a cambio de ser reconocidos. Basamos la felicidad en el logro de objetivos y damos más valor a los logros que al proceso, pues al ser visibles se pueden mostrar a los demás como evidencia del éxito, por ejemplo, en las redes sociales.
No es coincidencia que cuando preparamos nuestro currículum, coloquemos una lista de logros y títulos para demostrar quiénes somos y de lo que somos capaces. Pero, las personas no somos nuestras opiniones, ni nuestras experiencias, ni nuestros logros, ni nuestros títulos ni las posiciones que hemos ocupado.
Hace poco aprendí que «¿quién eres?» es una pregunta relacionada a lo que valoras y no a lo que crees ni a lo que haces. Y si bien los logros son importantes, el problema surge cuando estamos tan enfocados en alcanzar nuestras metas que pasamos por alto la experiencia en el proceso y dejamos de vivir.
Por esto, tener claro quiénes somos y qué le da sentido a nuestras vidas es tan importante antes de trazarnos metas, pues debemos saber por qué luchamos por ellas. Si no somos conscientes de la razón detrás y solo tenemos metas, una vez alcanzadas esa felicidad será pasajera y entonces solo nos quedará seguir escalando. Este es un viaje agotador e interminable y un círculo del que es difícil salir.
La pandemia nos hizo hacer una pausa obligada. En ese difícil contexto de gran incertidumbre muchos nos pusimos a pensar qué estábamos haciendo con nuestras vidas ¿Cuántos notamos que lo que estábamos priorizando no era lo que más nos importaba?
Pues de eso se trata. De no olvidar la lección aprendida. Baja el ritmo, presta atención, cuídate y descansa, que la carrera es de largo aliento.
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