En las últimas semanas el presidente Nicolás Maduro ha mostrado todo su poder, logrando mantener un cierto orden en las fronteras que comparte Venezuela con Colombia y Brasil. Esto sin duda demuestra que, a pesar de que Juan Guaidó tiene el respaldo de la comunidad internacional, su base de poder no es del todo sólida.
A pesar de que existen voces que aseguran el inicio del fin de Nicolás Maduro, parece ser que este último está demostrando que todavía puede desarrollar ciertos ejercicios de poder.
Dentro del ámbito interno la población venezolana se encuentra en una encrucijada, en la cual el modelo totalitario aplasta a quien se atreva a ejercer alguna crítica, vulnerando los principios básicos de libertad de pensamiento. Asimismo, la no existencia de libertades económicas trae como consecuencia una serie de estragos que impactan de manera brutal dentro de su población (hambruna, malnutrición), no solo la presente, sino la futura. ¿Qué queda por hacer? Resistir y ser conscientes de que salir de ese hoyo demorará por lo menos dos décadas.
Pero abramos los ojos y miremos el aspecto regional. ¿Es Venezuela un elemento que distraerá la paz en la región sudamericana? Es claro que el ascenso del Grupo de Lima, con la excepción de Bolivia y Uruguay, es un claro mensaje de la región sudamericana de que la salida a esta crisis se debe dar en paz y dentro del orden democrático, por lo que la posición frente a la crisis venezolana es casi unánime y revela el poco riesgo de posturas contrarias que lleven a un escenario de conflicto.
Sin embargo, las discusiones se han agitado con la intervención de algunas potencias a favor y en contra de la situación en Venezuela. En principio, Estados Unidos ha apoyado, a través de su vicepresidente Mike Pence y parte de su gabinete, al presidente Juan Guaidó. ¿Por qué el interés por Venezuela? Para los Estados Unidos, Venezuela es parte de una visión de la política caribeña, y esta se ejerce desde el punto de vista económico y militar. El más claro interés fue el desarrollo comercial del petróleo, asunto por el que Estados Unidos nunca se opuso cuando Hugo Chávez era presidente, en esos años hubo comercio e inversión entre ambos países. El segundo punto ha sido de amplia discusión, y como detallan las investigadoras María del Rosario Rodríguez Díaz y Margarita Espinosa Blas en “El Caribe. Intereses estadounidenses y mexicanos en los albores del siglo XX” (2010), utilizando los paradigmas del Historiador y Oficial Naval Alfred Thayer Mahan, la zona del Caribe fue un área de continuos conflictos, es por ello que Estados Unidos siempre lo definió como eje estratégico que le permitiría desarrollar una estrategia de paz y seguridad en la región del Caribe (distinta a lo que implica América del Sur). Para lograr el objetivo de seguridad y estabilidad, Estados Unidos ha desarrollado el ejercicio de la intervención militar, sobre lo cual ya posee todo un historial y una herencia concretada en bases militares. La pregunta que viene a la mente, ¿logrará Estados Unidos consolidar su posición en el Caribe? Es una respuesta que aún no está clara por parte de la administración Trump. Por lo pronto, el mandatario estadounidense se ha dedicado a reforzar sus fronteras domésticas antes que asegurar la estabilidad en las regiones de América Latina y el Caribe. Aun así, la apuesta por un escenario de intervención militar es casi nula para el consenso internacional. Cabe indicar que el resto de los países latinoamericanos vería dicha intervención como una mala práctica que minaría todos los esfuerzos diplomáticos realizados hasta ahora, y se transformaría en un punto negro más en la historia de las relaciones de Estados Unidos con América Latina y el Caribe.
La militarización no es un problema exclusivo de los Estados Unidos. La Federación Rusa también ha puesto el ojo en Venezuela. En recientes declaración Sergei Lavror, el Secretario de Político Exterior de Rusia, ha hecho mención a la “flagrante interferencia” y “destructiva influencia” de los Estados Unidos. Incluso han señalado que la autoproclamación de Juan Guaidó forma parte de una estrategia para desarrollar un golpe de estado.
¿Cuál es el real interés de la Federación Rusa en Venezuela? Mientras que la visión caribeña no es un elemento clave, la posición geográfica se presenta como una oportunidad para expandir y desarrollar cierta influencia en el área de Caribe y parte de América del Sur. Dentro de ese enfoque las relaciones comerciales entre Venezuela y Rusia han fluido de modo intenso, incluso desarrollando modelos de contratos futuros o swaps ante la imposibilidad de pago por parte de PDVSA. Esta situación ha puesto al presidente Maduro contra las cuerdas en términos económicos.
La Federación Rusa está viendo una oportunidad para posicionarse en la región desde el punto de vista militar, y así poder desarrollar bases de producción para el desarrollo de armamento tanto táctico como de corte nuclear. Esto pone a Rusia en un juego ya conocido, el desarrollo de países satélites como Cuba. Rusia espera que Venezuela desarrolle una política aislada, e incluso esto podría llegar a ser un juego de relaciones similares a las que ejerce China sobre Corea del Norte como protectorado. En este escenario, ¿existe una oportunidad o amenaza para el entorno regional? Las visiones separadas o conjuntas en la región sudamericana no se han aproximado a evaluar que podría pasar (si oportunidad o amenaza). Es prudente mirar a futuro y considerar las posibilidades de un ejercicio más próximo, donde la mayoría de los países latinoamericanos busquen desarrollar mayores lazos con Estados Unidos, y que este no sea solo bajo un corte comercial, sino con una mirada más bien política. Y, por último, ¿la intervención rusa proveerá paz y seguridad a la región? Todavía no se presentan elementos claros que permitan dilucidar una respuesta.
Un tercer actor que se muestra interesado por lo que ocurre en Venezuela es la República Popular China. Este país se ha transformado en el posible apalancador financiero de la economía venezolana. La ayuda financiera que pueda proveer China estará atada a ventas futuras del recurso petrolero. Esto le permite al Gobierno Chino desarrollar nuevos instrumentos como, por ejemplo, la adopción del Yuan como moneda oficial en la economía venezolana, lo cual pondría la moneda china en el rango de divisa internacional. Y, aun así, tomando en cuenta escenarios más riesgosos para la economía venezolana, China es conocida por ser un prestamista predatorio, por lo que cualquier deuda será cobrada con intereses. Venezuela está hipotecando su futuro a favor de dicho país. Más allá de quién asuma el poder en China, el gobierno estará enfocado en recuperar lo apalancado a la economía venezolana.
Sin embargo, no hay que descartar factores políticos que impulsen el interés de China por Venezuela. Por ejemplo, el desarrollo del modelo político de partido único de corte comunista. Si Venezuela hace un retorno a la democracia podría ejercer una presión sobre el modelo político en China. Al sostener al gobierno de Nicolás Maduro, China se asegura el futuro de las coincidencias políticas, que desembocarán en cooperación política y cultural. ¿Esta situación afirma un escenario de paz y seguridad? Aquí lo único a resaltar es que, en este momento, la región latinoamericana considera a China un socio comercial estratégico, lo cual hace que el país asiático no sea mal visto (desde el punto de vista político y, sobre todo, económico), sin embargo, no son claros los niveles de influencia que podría desarrollar.
¿Cuál de estas potencias tendrá una visión clara para el desarrollo de paz y seguridad en la región de Latinoamérica y el Caribe? Esta sigue siendo una pregunta sin respuesta.
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