Ilhan Omar nació el 4 de octubre de 1981 en Mogadishu, Somalia, en el seno de una familia de educadores y servidores públicos. Huérfana de madre a los dos años, fue criada por su padre y su abuelo. En 1995 su familia escapa de la guerra civil que hundió a la sociedad somalí en el caos, y se establece en Estados Unidos en condición de refugiada. Su triple condición de mujer, negra y musulmana la hizo víctima, desde muy temprano en su nueva vida, de la burla y el acoso.
Graduada de la North Dakota State University, no de Princeton o Columbia, Omar inició su carrera como maestra en el mismo sistema público de educación que la formó en Minnesota. Su conciencia social y política la llevaron al activismo a favor de causas progresistas y en defensa de la comunidad somalí de la ciudad de Minneapolis. Trabajó en el consejo municipal de dicha ciudad y en el año 2017 fue electa a la Cámara de Representantes del estado de Minnesota. En las elecciones de 2018 hizo historia junto a Rashida Tlaib al ser las primeras musulmanas en ser electas al Congreso de los Estados Unidos.
Miembro del caucus progresista, Omar promueve una agenda legislativa que, entre cosas incluye, el pago de un sueldo mínimo de $15, el fin del U.S. Inmigration and Custom Enforcement (ICE), la matrícula gratuita para los hijos de familias con ingresos anuales menores de $125,000 y el perdón de los préstamos para estudiantes universitarios.
Crítica del estado de Israel desde sus días de legisladora estatal, esta impresionante mujer ha generado una gran polémica con una serie de tweets, implicando que el poderoso American Israel Public Affairs Committee (AIPAC) tenía en un bolsillo a más de un político estadounidense. Sus críticas sobre la lealtad hacia Estados Unidos de quienes ciegamente apoyan a Israel llevaron a que se le acusara de antisemita.
La inmediata y brutal reacción a sus comentarios entre Republicanos y Demócratas confirmaron los comentarios de Omar sobre la enorme influencia del lobby pro-israelí en Washington. Los Republicanos, incapaces de reaccionar a las barbaridades que casi a diario salen de la boca de Trump, reaccionaron furiosos enarbolando la siempre útil bandera del antisemitismo. En el caso de los Demócratas, las reacciones a las denuncias de la congresista reflejan la división del partido. La vieja guardia conservadora se movió para condenarla, mientras que la nueva ola progresista salió en su defensa. Por menos tres pre-candidatos presidenciales (Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Kamala Harris) han apoyado a Omar, cuestionando que se le acusa de antisemita y correctamente reclamando que se respete su derecho a la libre expresión.
No sabemos cómo terminará esta polémica, pero algo si queda claro: el efecto negativo de la influencia de Israel en la política nacional e internacional de Estados Unidos es una verdad inconveniente que se acalla con acusaciones de antisemitismo.
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