Ninguna región del Perú cuenta con un Plan Regional de Pesca, pese a que los Gobiernos Regionales (GORE) ya han recibido el encargo a través de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales del 2002. Sin embargo, es mejor enfrentarse a la crudeza de las cifras actualizadas que, desde Oceana, se analizaron en setiembre de este año. A partir de ello, revisar cuáles son los retos y las posibilidades que, en materia pesquera, enfrentarán desde el 1° de enero las renovadas autoridades regionales.
Uno de los hallazgos del estudio de Oceana es la precaria presencia de la pesca artesanal en los Planes de Desarrollo Concertado (PDC) no es sólo un problema de dinero sino de orden conceptual, pues la pesca es entendida desde la infraestructura (crear desembarcaderos, por ejemplo) y limitada a identificar giros productivos (por ejemplo, productos marinos congelados o curados). Ambos puntos no son desdeñables, pero ¿de qué sirven si los objetivos que se plantean son genéricos, abarcan a otros sectores o, simplemente, no poseen indicadores prácticos y útiles a la actividad pesquera?
No extraña entonces que el presupuesto asignado a la Función Pesca de los GORE ha disminuido progresivamente de 0.34% del presupuesto total en el 2005 a apenas el 0.11% este 2018. Un factor que lo explica es que el nivel de ejecución de tales fondos es bajo. Esto no es casual: sin planes, las prioridades y las acciones son fragmentadas, parciales e insuficientes.
Un hecho alarmante para el mar peruano vulnerable a la sobreexplotación pesquera, el cambio climático y los embates de la contaminación por diversas fuentes. Por ello, los retos para los renovados Gobiernos Regionales serán apremiantes en el 2019 si, efectivamente, toman en serio su rol frente a la pesca artesanal.
Haciendo política en serio
Aunque mucho de lo relatado previamente merece ser abordado desde los GORE con capacidades profesionales y técnicas, lo vital es el interés político. Porque sin una verdadera voluntad de asumir el rol descentralizador de los GORE, la pesca artesanal seguirá estando al final de la lista de prioridades regionales.
Para ello, un programa interregional para la pesca artesanal sería de enorme utilidad, ya que las acciones aisladas no solo multiplican los objetivos, sino que poseen vicios como contar con metodologías e indicadores diferentes, dificultando la continuidad de planes. IMARPE podría convertirse en la secretaria técnica que realice dicha estandarización, evitando que cada región lo haga por su cuenta.
En ese sentido, el Gobierno Central no debe desentenderse de los GORE ni de las necesidades de la pesca artesanal; por el contrario, debe ayudar a afinar los objetivos de largo plazo, para que sean el germen del desarrollo productivo. De este modo, se redefine el modo de colaboración entre ambos: no el de la competencia ni de considerarse una traba sino con miras a encontrar aliados. El rol de los GORE debe fortalecerse ofreciendo apoyo técnico e incluso, condicionando la entrega y/o extensión de más recursos económicos, al cumplimiento de metas claramente establecidas.
De lo contrario, la actual brecha entre las urgencias de la pesca artesanal y lo que verdaderamente otorgan los GORE seguirá ampliándose. No hay que olvidar que el crecimiento demográfico en las costas no se detiene: cada vez hay más lanchas, más gente y más pesca sin control, mientras se reducen los recursos.
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