A fines de 2019, Piura tuvo una relativamente corta, pero intensa lluvia que anegó gran parte de la ciudad. Lluvias en diciembre, con o sin Niño, no son raras en esta ciudad. El motivo de esta columna, entonces, no son las intensas lluvias ocasionadas por el Fenómeno El Niño, la principal vulnerabilidad de Piura, sino cómo estas en lugar de ser aplacadas con los años, más bien se amplían. Las recientes lluvias lo ilustran muy bien.
En 45 años, la ciudad de Piura (y varias otras ciudades en el norte) ha sufrido el impacto de cuatro episodios de intensas lluvias y gran destrucción: en 1973, 1983, 1998 y 2017. No obstante, la ciudad ha crecido ignorando estos desastres.
Esto no solamente está asociado a la pobreza y la informalidad, como suele decirse, sino que es transversal en nuestra sociedad. Los recuerdos del llamado ‘Niño costero’ del 2017 aún se mantienen frescos en nuestra memoria. Inundaciones de grandes inversiones privadas hechas en lugares vulnerables; barrios de clase media formados en este siglo que no cuentan con drenaje; inversiones públicas recientes que también carecen de drenajes o que han sido defectuosamente realizados.
Debe indignar, en especial a los piuranos, que las inversiones determinantes para su bienestar sean afectadas por la mediocridad y la corrupción. ¿Cuántas veces los piuranos han escuchado diversas excusas para explicar la ausencia o el mal funcionamiento de los sistemas de drenaje?
Según el portal de transparencia del Ministerio de Economía y Finanzas, la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, conformada después de El Niño Costero del 2017, ha ejecutado solamente el 15.8 % de su presupuesto en el 2019. A la lenta reconstrucción por parte de la institución con tan pomposo nombre, se suman inversiones como las comentadas, en un contexto en donde la frecuencia de lluvias en el norte del país se incrementará, tanto por la mayor frecuencia de ocurrencia de diversas formas del Fenómeno El Niño como por el incremento de las temperaturas en la superficie del mar.
Ha habido adaptaciones a lo largo de estos años, como por ejemplo la protección de los techos de las viviendas, que busca impedir la filtración del agua a través de ellos, como ocurrió en esos años de grandes precipitaciones. Se menciona también, incluso, en ocasión a este reciente aniego en Piura, la experiencia en Huamanga, ciudad que ha instaurado un sistema de drenaje que ha permitido evacuar grandes volúmenes de agua.
Empero, el terreno relativamente plano de Piura presenta ondulaciones, lo que dificulta esta tarea y es determinante en los aniegos.
Las universidades de Piura (las principales y más antiguas) han realizado investigaciones y propuestas. Lo que nos muestran las imágenes piuranas de fin de año es que hay que replantear la forma en que se aborda la reducción de aniegos en Piura, así como el ordenamiento territorial, la optimización de la gestión y la ejecución eficaz del presupuesto destinado a prevenir los efectos de las precipitaciones. No son las lluvias ni las inundaciones las culpables de los desastres naturales, estos son el fruto de las malas decisiones humanas.
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