La política exterior es el conjunto de valores o principios, objetivos nacionales, atributos, medios de acción, políticas y recursos que el Perú destina para asegurar la integridad territorial, la paz, la seguridad, el bienestar económico y social de toda la población. Incluidos los peruanos que viven en el exterior. También para buscar influir en el sistema internacional, y los subsistemas latinoamericano, interamericano y mundial para maximizar las tendencias que favorecen a los intereses nacionales y minimizar aquellas que puedan afectarlos. Es un instrumento para lograr que todos los peruanos y peruanas vivan mejor. Y con seguridad. Nos pertenece a todos. Es parte de ese nosotros que constituye la Nación.
La pandemia ha producido graves efectos en el sistema internacional y en el Perú. En el mundo hay una recesión generalizada y la gobernanza internacional se torna más imprevisible e inestable. El multilateralismo cede al unilateralismo y las políticas de fuerza. En la región una extemporánea contienda ideológica divide y neutraliza la acción conjunta, el diálogo y la cooperación.
La política exterior de la pospandemia tiene que ser coherente a las respuestas nacionales para reconstruir la economía, el tejido social y el Estado. La diplomacia social (salud, educación, trabajo, vivienda) debe tener un espacio prioritario.
El Perú como formación histórica tiene determinados atributos o ventajas competitivas que deben sustentar un poder blando (poder del prestigio y la influencia), en la escena internacional, para fortalecer nuestra capacidad de negociación y relacionamiento externo.
En primer lugar, un territorio que por su ubicación geográfica lo vincula desde el punto de vista social, económico, ambiental y estratégico con el océano Pacífico, los Andes y la Amazonía. Es indispensable tener una diplomacia marina y ambiental hacia el Pacífico sur. Hay que desarrollar una diplomacia oceánica en el Pacífico sur para hacerlo sostenible, y poner en valor los 55,000 Km2 de mar ganados en La Haya.
Los Andes son el centro de nuestra civilización. El nosotros peruano tiene 5000 años en el hábitat andino. La minería es esencialmente andina y si la reconciliamos con la preservación del medioambiente y el pacto social, siempre será un componente esencial de la economía nacional. Debemos ir a una diplomacia de la minería sostenible y limpia.
Desde la ideología, en los últimos años, se ha minimizado la Comunidad Andina. Tenemos la imagen de que es un fracaso. Pues no lo es. Al contrario. Es el único acuerdo de libre comercio -de los 20 que tiene suscritos el Perú- que ha logrado liberar el 100% de los aranceles. El comercio recíproco pasó de 80 millones de dólares en 1969 a 2,285.86 millones en el 2018. Es igual que la Alianza del Pacífico, pero superior en calidad. Hay que reformar la CAN para sincerarla en una zona de libre comercio, con ejes de integración profunda en lo social, el transporte, las infraestructuras, las comunicaciones y las tecnologías digitales. El Perú del poscoronavirus debe asumir esta iniciativa.
La deforestación de la Amazonía peruana es un grave problema ambiental, económico, social y nacional. La minería y la tala ilegal están afectando los ecosistemas amazónicos de manera irreversible. A la par de políticas internas más eficaces e integrales, es necesaria una diplomacia amazónica, a cuyas decisiones hay que integrar a los pueblos originarios, a los gobiernos regionales y municipales. La tarea es salvar la Amazonía y reinventarla con industrias sostenibles.
El segundo atributo de la competitividad internacional del Perú es la cultura. 5000 años de civilización y expresiones culturales configuran el rostro de un país que se le conoce en el mundo por su cultura e historia. La cultura es transversal a la inserción externa del Perú. Hay que actualizar el Plan Nacional de Política Cultural Exterior que se aprobó el 2004 y crear en la cancillería un cuerpo de consejeros y promotores culturales especializados. Convocar a los operadores culturales del país. En todas las embajadas del Perú debe haber una agregaduría cultural. El 10% de los ingresos de PROMPERU debería destinarse a estas agregadurías culturales.
La construcción del aeropuerto de Chinchero es un dilema serio para resolver para la política exterior. La responsabilidad de preservar el valor universal excepcional de Machu Picchu y el Qhapaq Ñan no solo es del Perú; por tratados internacionales es responsabilidad también de la comunidad internacional, específicamente del Comité del Patrimonio Mundial. Gran parte del turismo depende de Machu Picchu. Pero el santuario no puede recibir más de un límite de visitantes al día sin que se dañen sus estructuras. Sobrepasar ese límite puede afectarlo irremediablemente. Y el Comité del Patrimonio Mundial podría incluirlo en la lista en peligro. La determinación de la capacidad de carga de Machu Picchu (número de turistas por día) de manera conjunta con el Comité del Patrimonio Mundial y el análisis de otros impactos ambientales, deben decidirse antes del inicio de las obras. La construcción debe supeditarse a la determinación por el Comité del eventual daño al valor universal excepcional de Machu Picchu.
La biodiversidad del Perú es el tercer atributo de la política exterior, otra ventaja competitiva. Somos uno de los 10 países más megadiversos del mundo. La existencia de especies animales y vegetales endémicos es parte de nuestros hábitats naturales. Y enfrentamos desafíos muy graves como el cambio climático y la desertificación. Este año es decisivo para la agenda medioambiental internacional. Es necesario diseñar una plataforma de política exterior ambiental. El Perú debe tener una sólida y dinámica diplomacia verde.
Hay otros atributos, que no son ni históricos ni permanentes, sino de origen reciente que hay que consolidar como elementos esenciales de un poder blando que fortalezca nuestra posición internacional.
La democracia y los derechos humanos. El Perú fue autor de la Carta Democrática Interamericana, y la recuperación de la democracia el 2000 tuvo una proyección mundial. No hay que dilapidar ese acervo. La política exterior debe consolidarse como una opción democrática y de derechos humanos. El caso de Venezuela es decisivo. El Perú, no por razones ideológicas sino por valores incorporados en el derecho internacional regional, debe defender la democracia y el Estado de derecho allí donde sea afectada, derrocada o alterada. Independientemente de la orientación ideológica de los gobiernos que la supriman o alteren, de izquierda o de derecha. Pero no debe avalar ninguna opción de defender la democracia con medios o instrumentos antidemocráticos y que afectan además principios esenciales de nuestra propia soberanía y defensa nacional. Entre ellas la intervención militar extranjera o el uso de mercenarios. En torno al caso venezolano, la diplomacia peruana debe asociar el Grupo de Lima al Grupo de Contacto y la iniciativa de Oslo, o hacerlo directamente. Y hacer construir la unidad de los países que buscan una solución negociada entre las partes. Elecciones democráticas, justas y libres a la brevedad posible.
El otro atributo adquirido es la estabilidad macroeconómica, que ha permitido el crecimiento sostenido los últimos 15 años por encima del 5.4%, que nos sitúa hoy en mejores condiciones para enfrentar la recesión de la pandemia y que ha posibilitado el acceso a la línea de crédito flexible del FMI hasta por 11 mil millones de dólares, para afrontar la crisis. El marco macroeconómico estable de una economía no tiene signo político, no es de izquierda ni de derecha. Es expresión de eficiencia y eficacia. Uno de los lastres de la historia diplomática del Perú desde 1821 ha sido el manejo ineficiente de la hacienda pública y el problema de la deuda. Para la salud de la República el marco macroeconómico sólido y estable -que no es privativo del liberalismo, el neo keynesianismo o el keynesianismo- ha venido para quedarse, como un atributo de nuestra inserción externa.
De esta manera, el perfil de la inserción del Perú en el mundo debe ser el de un país con una ubicación geográfica estratégica entre el Pacífico, los Andes y la cuenca amazónica, con una de las riquezas mineras y pesqueras más importantes del mundo, una cultura milenaria y diversa, una vocación y un compromiso por la democracia y los derechos humanos, poseedor de una de las más grandes megadiversidades del planeta, comprometido con la lucha contra el cambio climático y la desertificación y con una estabilidad macroeconómica indispensable para el desarrollo económico y social. La diplomacia debe poner sus recursos y esfuerzos en activar las líneas de acción que se derivan de estos atributos nacionales.
La afirmación de la independencia y la autonomía de la política exterior, la soberanía nacional, la integridad territorial del Estado y el ejercicio de la soberanía marítima hasta las doscientas millas. En el nuevo escenario postsentencia de La Haya, es indispensable adherir a la Convención del Mar, con una declaración aprobada por el congreso de interpretación de su texto en términos compatibles con la Constitución.
La norma constitucional obliga a promover el fortalecimiento de las fronteras, la integración y la cooperación latinoamericana. Más allá de la ideología, el espacio prioritario de la diplomacia peruana es Latinoamérica. Este mandato constitucional no es coherente con un eventual retiro del Perú de UNASUR, por razones coyunturales y contingentes. Sería anticonstitucional. Hay que reformarla y esperar la coyuntura para hacerlo, pero no denunciar el tratado.
Al mismo tiempo, la defensa nacional requiere una estrategia que integre las variables militares y diplomáticas.
Las comunidades en el exterior deben ser revinculadas más a la vida nacional, a través de una Ley de derechos de los peruanos en el exterior y la creación de una Agencia Peruana para las Comunidades Peruanas en el Exterior, adscrita a la cancillería.
Frente a las tendencias de la polarización entre Estados Unidos y China, la autonomía de la política exterior, en función de nuestros intereses y no de los intereses de otros, es la mayor garantía para promover nuestros objetivos nacionales. Y frente al multilateralismo en crisis, la tarea es asociarnos con los países industrializados, emergentes o en desarrollo que trabajen por un nuevo multilateralismo. Que se base en el derecho internacional, liberado de las ideologías, comprometido con la lucha contra el cambio climático y la pobreza. Un mundo sostenible, capaz de detener y solucionar los conflictos y afirmar la paz.
La globalización no va a desaparecer, pero tendrá su propio ajuste estructural. En este proceso el Perú debe realizarse. No diluirse. La política exterior debe ser una opción nacional en el proceso global.
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