Desde que la esclavitud fue abolida en la década de 1860, los negros han luchado por un espacio de igualdad y respeto en la sociedad estadounidense. Lo han hecho de forma pacífica y de forma violenta. Les ha costado mucha sangre sudor y lagrimas. Es triste reconocer su fracaso, pero a la vez inevitable. Ya nos lo cuelgan de un árbol, pero sí los asfixian. Ya no los insultan y escupen a la entrada de los colegios y escuelas públicas, pero igual los segregan con patrañas legales. Ya lo decía mi abuela, para la ley la trampa.
Ser negro en los Estados Unidos sigue siendo una condena y los afro-estadounidenses lo saben. Viven con ese miedo a diario. Miedo a que la policía los detenga por cualquier idiotez y terminen muertos. Miedo a ser atrapados en el sistema legal estadounidense para engrosar las ganancias de la industria de la encarcelación. Miedo a enfermarse y terminar económicamente quebrados. Vivir con miedo no es vivir.
El asesinato del ciudadano afro-estadounidense George Floyd por un policía blanco de la ciudad de Minneapolis ha desatado una ola de indignación a nivel mundial que en Estados Unidos se ha traducido en manifestaciones y protestas en más de 100 ciudades. Una reacción de tal magnitud es histórica, pero no sorprendente. Los fuegos y los saqueos, tan condenados por los mismos que ignoran la violencia contra los negros, son una expresión de la rabia contenida, de la frustración acumulada y del dolor que no se acaba.
No olvidemos que Estados Unidos es un país fundando en la violencia que caracteriza al genocidio, al saqueo y a la esclavitud. En otras palabras, la violencia es un elemento intrínseco de la sociedad estadounidense, que se condena o no dependiendo de quién la ejerza. Era absurdo pretender que los afroamericanos se quedaran tranquilos en sus casas viendo nuevamente en la televisión la impunidad de una cultura policíaca heredera de los linchamientos, de la segregación racial y de la violencia sistemática contra su raza.
¿Qué futuro les espera a los afroamericanos? Hace casi cien años uno de sus más importantes líderes, Marcus Garvey, se hizo esa pregunta y llegó a la conclusión que dadas las limitaciones que imponía la segregación, los negros sólo tenían una opción sin querían liberarse del miedo y del abuso: regresar a África. Sólo en África los afroamericanos escaparían de la dominación social, política y económica de los blancos. Sólo en África serían libres. Volver a África nunca fue una opción real, sino un sueño. Garvey terminó preso y deportado.
No se cuál sea lo que el futuro deparé para los afroamericanos, pero como bien dijo Malcolm X, “No puedes separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz, a no ser que tenga su libertad.”
Comparte esta noticia