El problema del cambio climático ha ganado fuerza en estos tiempos, pero quizás no nos damos cuenta de cómo ya ha venido impactando nuestra vida y nuestra manera usual de hacer negocios. Al igual que con la pandemia, el cambio climático ha venido implicando una serie de cambios progresivos que han creado una nueva normalidad. En esta nueva normalidad, lo inusual es más común ahora. Consideremos, por ejemplo, los incendios forestales, desbordes, temperaturas extremas o sequías, que han dejado de ser noticias impactantes para pasar a formar parte de eventos más corrientes y no un evento bizarro.
De la misma manera, nuestra percepción del riesgo también cambia periódicamente, adaptándose a los nuevos tiempos y a las nuevas causas probables de riesgo. Con más precisión, es el factor o las fuentes de riesgo las que cambien con el tiempo. Por ejemplo, el planeamiento a futuro podía tomar como horizontes de 2 a 3 décadas, ya que esperábamos tener una relativa certeza en dicho horizonte, es por ello que existen tantos instrumentos financieros como bonos gubernamentales o corporativos que son emitidos a este plazo. Inclusive las personas tenemos acceso a tales tipos de contratos financieros como cuando adquirimos un préstamo hipotecario de 20 años. Pero al tener el problema climático, la inestabilidad e incertidumbre tiene que ser incorporada en nuestro análisis de riesgo, y esto también afectará la manera en la cual los instrumentos financieros son ofrecidos. Podríamos vernos frente a cambios en productos con periodos más cortos y cambios en la estructura de precios de estos instrumentos.
Pero no solamente afectará a estas herramientas de inversión, sino que el mismo panorama del sector de seguros y reaseguros también verá algunos cambios en tanto las zonas geográficas de riesgo vayan cambiando como consecuencia de estos cambios, afectando por tanto también el precio de las viviendas, así como también los riesgos a los que se enfrenten los consumidores y las empresas. Frente a este entorno fluctuante, debemos de adoptar estas nuevas nociones de riesgo y comenzar a actuar previniendo la manera en la que tomamos decisiones. El Estado, de igual manera, tiene un rol protector en el que debe supervisar las decisiones basadas en un horizonte de riesgo poco certero, al tiempo que previniendo las decisiones que han probado ser ya demasiado riesgosas, como por ejemplo las construcciones en zonas afectadas por huaicos.
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